Firmes en la fe

Permanecer en la fe en el Señor nos ayudará a continuar en el camino del Señor, sin importar los obstáculos que se presenten en nuestro día a día.

Nuestras luchas siempre serán constantes y solamente descansaremos ese día cuando seamos levantados, pero mientras tanto debemos resistir y perseverar en la obra poderosa de Dios, resistir porque el gran día de regocijo y felicidad está por llegar.

Acerquémonos todos, pidamos a Dios para que nos fortalezca y nos dé más sabiduría para continuar en el Camino de nuestro Dios, el camino de la verdad que nos guiará a Él:

si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.

Colosenses 1:23

Permanecer «fundados y firmes en la fe» es el consejo que Pablo le da a los colosenses y nosotros también podemos tomar este consejo. Este camino no es fácil y es por eso que cada día debemos pedir fuerzas para estar firmes y nunca desviarnos ni para un lado y ni para el otro.

De manera que, mantengamos día a día la búsqueda de Dios, oración, ayuno, lectura de la Palabra, ayudar a los demás, dar testimonio, para que podamos estar firmes en los caminos de Dios y podamos ser levantados con Él cuando Él venga a buscar a Su iglesia.

El permanecer en la fe también significa no dejarnos arrastrar por las corrientes de este mundo. Hoy en día existen muchas ideologías y filosofías humanas que buscan apartar al creyente de la verdad de Cristo. Frente a esas corrientes debemos estar cimentados en la Palabra, recordando que nuestra esperanza está en el evangelio eterno y no en los cambios pasajeros de la sociedad.

Permanecer en la fe no es un acto automático, requiere disciplina y entrega diaria. Al igual que un árbol que se fortalece al extender sus raíces, el cristiano se fortalece al profundizar en la oración y en el conocimiento de las Escrituras. Jesús mismo nos enseñó que aquel que construye sobre la roca estará firme cuando soplen los vientos y lleguen las tormentas.

La perseverancia en la fe trae consigo grandes recompensas espirituales. No solo nos da paz en medio de las pruebas, sino que también nos convierte en luz para otros. Cuando alguien ve nuestra fidelidad a Dios, incluso en medio de la adversidad, se motiva a buscar también esa misma fe que nos sostiene. Nuestro testimonio puede ser el medio por el cual otros encuentren esperanza y salvación en Cristo.

En las cartas de Pablo vemos una constante exhortación a no rendirse. El apóstol sabía lo que era pasar por cárceles, hambre, persecución y dificultades, pero en todo momento se mantenía firme en la fe. Su vida nos recuerda que el camino del creyente no está libre de pruebas, pero que al final de ese recorrido nos espera la corona de justicia que el Señor ha prometido a los que le aman.

Por eso, permanecer en la fe es más que resistir, es avanzar con confianza. No debemos conformarnos con simplemente “aguantar”, sino que debemos crecer en amor, en servicio y en el conocimiento de Dios. La fe verdadera no es estática, sino que se desarrolla y madura con el tiempo, produciendo frutos dignos de arrepentimiento.

Querido lector, si hoy atraviesas momentos de debilidad o de duda, recuerda que no estás solo. El Espíritu Santo es nuestro consolador y nos ayuda a mantenernos firmes cuando sentimos que nuestras fuerzas se acaban. No se trata de nuestra capacidad, sino del poder de Dios obrando en nosotros. Al aferrarnos a Sus promesas, descubrimos que podemos mantenernos de pie aunque el mundo se derrumbe a nuestro alrededor.

Mantenerse en la fe también es una decisión de confianza. Confiar en que Dios tiene el control de todas las cosas, incluso cuando no entendemos lo que sucede. La fe nos enseña a mirar más allá de lo visible, a esperar en lo eterno y no en lo temporal. Así como Abraham creyó contra esperanza y fue contado por justicia, también nosotros debemos seguir creyendo aunque las circunstancias sean adversas.

En conclusión, permanecer en la fe es la clave para llegar al final de nuestro camino en Cristo. No importa las pruebas, las dificultades o las tentaciones, si nos mantenemos firmes en el Señor, tendremos la victoria asegurada. Que cada día sea una oportunidad para acercarnos más a Dios, buscarle con un corazón sincero y confiar plenamente en Su voluntad. Al final, aquellos que se mantengan firmes serán levantados en gloria para estar por siempre con nuestro Salvador.

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