Teme a Dios, y guarda Sus mandamientos

La palabra De Dios es la que nos guía, ya que en ella está la verdad, la mejor enseñanza la podemos obtener por medio de nuestro amado Señor Jesucristo.

Hermanos en Cristo Jesús, el temor al Señor y a Su palabra es bueno en nuestras vidas, ya que con esto podremos mostrar respeto y responsabilidad, es un sacrificio total. Recordemos bien que esta sabiduría que hoy día portamos, es porque hemos entendido que a través de la Palabra de Dios podemos iluminar nuestro camino.

El hombre que teme al Señor es entendido, es un hombre capaz de poder llevar la palabra de Dios en su corazón, y si la guarda en su corazón, entonces su camino será perfecto.

El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.

Eclesiastés 12:13

En este pasaje bíblico nos habla claramente de que debemos guardar la palabra de Dios para serle fiel. Salomón nos muestra que el temor a Dios es algo muy importante en nuestras vidas. Dios nos manda a guardar Su palabra ante todo.

Es muy importante confiar solamente en el Señor, entender que debemos guardar Su palabra en nuestros corazones, para que podamos seguir siendo mejores cada día y poder reunirnos con Él por toda la eternidad.

Cuando hablamos del temor al Señor no nos referimos a un miedo que paraliza, sino a un respeto profundo que nos lleva a vivir en obediencia. El que teme a Dios procura apartarse del mal, busca agradarle en cada decisión y reconoce que todo lo que tiene proviene de Su misericordia. Esta actitud cambia la manera en que vemos la vida, pues dejamos de vivir para nosotros mismos y comenzamos a vivir para el Señor.

En muchos pasajes de la Biblia encontramos hombres y mujeres que, al temer a Dios, recibieron bendiciones. Por ejemplo, Job fue descrito como un hombre íntegro y temeroso de Dios, y aunque enfrentó pruebas muy duras, nunca dejó de confiar en su Creador. De la misma manera, nosotros también podemos mantenernos firmes cuando guardamos la Palabra en lo más profundo del corazón.

El temor a Dios también nos ayuda a tomar decisiones sabias. Cuando la tentación toca nuestra puerta, recordar los mandamientos del Señor nos da fuerzas para decir no al pecado. La Palabra de Dios actúa como una lámpara que ilumina nuestro camino, evitando que tropecemos en medio de la oscuridad de este mundo lleno de engaños y confusión.

Además, la obediencia a los mandamientos trae consigo paz y seguridad. Muchos buscan felicidad en los placeres temporales, en las riquezas o en la fama, pero nada de eso llena verdaderamente el corazón. Solo cuando vivimos en el temor de Dios podemos experimentar la verdadera paz, esa paz que sobrepasa todo entendimiento y que permanece aun en medio de las dificultades.

Debemos recordar que la Palabra de Dios no es simplemente un libro antiguo, sino un mensaje vivo y actual que tiene poder para transformar vidas. Cada versículo nos instruye, nos corrige y nos fortalece. Por eso es tan importante leerla cada día, meditar en ella y aplicarla a nuestras acciones cotidianas.

También es fundamental enseñar a las nuevas generaciones a valorar la Palabra y a temer al Señor. Nuestros hijos y nietos necesitan ejemplos claros de fe y obediencia, para que puedan crecer bajo la dirección de Dios y no se desvíen hacia caminos de destrucción. La responsabilidad de transmitir estas verdades comienza en el hogar, con nuestro testimonio y dedicación diaria.

El temor a Dios, acompañado de amor y fidelidad, nos prepara para la eternidad. No solo vivimos para el presente, sino con la esperanza gloriosa de que un día estaremos frente a Su presencia. Ese día podremos escuchar las palabras: “Bien, buen siervo y fiel”, recompensa de aquellos que guardaron Su Palabra y caminaron en obediencia.

Reflexión final: Vivir con el temor de Dios en nuestros corazones es la clave para tener una vida plena, guiada por Su Palabra y llena de propósito. No olvidemos que esta vida es pasajera, pero la eternidad es segura para quienes han confiado en Cristo. Guardemos Sus mandamientos, caminemos en fe y seamos luz en medio de la oscuridad. Que cada día podamos decir con convicción: “Tu Palabra es lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino”.

La justicia de Dios permanece para siempre
Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor