Siempre debemos reconocer que nuestro Dios es grande y maravilloso, dando gracias, gloria y honra a aquel que nos ayuda y nos fortalece siempre.
No existe otro igual que nuestro Dios, solo Él es quien nos puede dar las fuerzas y la valentía para poder continuar en este camino que lleva a la salvación. Sabemos que no es nada fácil este camino, pero si estamos de pie es porque Dios va de las manos con nosotros.
Hoy vivimos, estamos de pie y con nuevas fuerzas para continuar la buena carrera que el Señor nos ha puesto delante.
Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio,
1 Timoteo 1:12
En este verso es claro que podemos ver lo que Pablo pronuncia a través del mismo, este hombre podía reconocer lo misericordioso que Dios fue, el apoyo que el Maestro le dio durante su ministerio y es por eso que vemos al apóstol decir estas palabras:
Siendo yo un blasfemo, un perseguidor del pueblo de Dios, el Señor tuvo compasión de mí y me fortaleció y tuvo misericordia. Aparte de dar gracias, también podemos ver qué dice que él mismo Dios le tomó por fiel.
Hermanos, nosotros que fuimos llamados, pues al igual que este gran hombre, demos gracias y seamos fieles delante de Dios. Refugiémonos en el Señor y en Su palabra y nuestro ministerio será respaldado.
La gratitud debe ser parte esencial de nuestra vida cristiana. Cuando reconocemos que todo lo que somos y tenemos proviene de Dios, nuestro corazón se llena de humildad. Pablo entendía que no era digno de servir al Señor, sin embargo, Dios lo llamó, lo transformó y le dio un propósito eterno. De igual manera, nosotros debemos recordar constantemente de dónde nos sacó el Señor y hacia dónde nos dirige.
La fortaleza que recibimos del Señor no solo nos ayuda en momentos de debilidad, sino que también nos capacita para cumplir con la obra que Él ha puesto en nuestras manos. Muchas veces sentimos que no tenemos las fuerzas necesarias para seguir, pero ahí es cuando Dios nos levanta, nos renueva y nos recuerda que Su poder se perfecciona en nuestra debilidad.
El camino de la fe no es sencillo, y la Biblia misma nos advierte que pasaríamos por pruebas, aflicciones y luchas. Sin embargo, no debemos olvidar que no estamos solos. El mismo Jesús prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Esa promesa debe llenarnos de paz y de confianza, sabiendo que aunque las circunstancias sean adversas, Su presencia nos sostendrá.
Un corazón agradecido se refleja también en nuestras acciones. No basta con decir “gracias”, debemos demostrar nuestra gratitud con un estilo de vida que honre al Señor. Servir con amor, ayudar al necesitado, predicar Su Palabra y mantenernos firmes en la fe son maneras de expresar nuestro reconocimiento hacia Dios. La gratitud se convierte así en un testimonio vivo que inspira a otros a buscar al Señor.
Asimismo, debemos tener presente que la fidelidad es clave en nuestro caminar cristiano. Pablo fue fiel a pesar de las dificultades, las persecuciones y las cárceles. Nunca negó a Cristo, y su ejemplo nos recuerda que la verdadera fortaleza no proviene de nosotros, sino de Dios que habita en nosotros. Ser fieles en lo poco es lo que nos prepara para responsabilidades mayores en el Reino de Dios.
Querido lector, cada día es una nueva oportunidad para levantar nuestras manos y decir: “Gracias, Señor, porque me sostuviste”. Incluso en los momentos más duros, hay motivos para agradecer. Si hoy estás respirando, si tienes fe, si todavía puedes orar y buscar a Dios, eso ya es motivo suficiente para glorificar Su nombre.
Reflexión final: Vivamos cada día con un corazón agradecido, entendiendo que todo lo que somos y lo que tenemos procede de nuestro Padre celestial. Al igual que Pablo, demos gloria a Cristo Jesús que nos fortalece y nos considera fieles. Aunque seamos débiles, aunque hayamos fallado en el pasado, Su misericordia nos levanta y nos impulsa a seguir adelante. Mantente firme, confiado y agradecido, porque Dios es quien sostiene tu vida y nunca te dejará solo.