Fiel es el que os llama, el cual también lo hará

La fidelidad hacia Dios debe ser pura y sin mancha, santificándonos en todo tiempo para cuando venga el día del Señor estemos guardados irreprensibles.

Aquel que nos ha llamado es fiel, es un Dios bueno y paciente, que nos cuida y nos da caminos seguros para que podamos avanzar, es por eso que si somos Sus hijos, debemos ser fieles y cumplir el propósito de Dios en nuestras vidas.

Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.

1 Tesalonicenses 5:24

Dios es fiel, de Él recibiremos el mejor respaldo, es por eso que vemos las palabras que menciona el apóstol. Pablo tenía un interés muy grande de que estas personas pudieran ser santificadas por completo.

Al final del verso podemos ver lo que Pablo dice: «el cual también lo hará», dando a entender que ellos iban a recibir la ayuda de Dios, y todos sabemos que sin la ayuda de Dios, no podremos llegar a ningún lado.

Recordemos que para ver una santificación, debemos apartarnos solo para nuestro Dios, dejando todo atrás, concentrándonos únicamente en nuestro Creador y en Su fidelidad.

Pidamos a Dios que nos santifique, que nos ayude a serle fiel y ante todo, que nuestro cuerpo sea guardado irreprensible para el gran día.

La fidelidad es una de las virtudes más poderosas que puede tener un hijo de Dios. Ser fiel no significa solamente asistir a una iglesia, sino vivir cada día conforme a los principios establecidos en la Palabra. El Señor nos llama a ser íntegros, a mantenernos firmes en medio de las pruebas, y a no rendirnos aun cuando todo parezca estar en contra. El apóstol Pablo sabía que la santificación no era un asunto opcional, sino una necesidad urgente para todos los que esperan el regreso del Señor.

Cuando hablamos de santificación y fidelidad, estamos hablando de una entrega completa. El mismo Jesús dijo que nadie puede servir a dos señores, porque amará a uno y menospreciará al otro. De igual manera, nuestra fidelidad debe estar enfocada únicamente en Dios, alejándonos de lo que nos aparta de Él. En un mundo lleno de distracciones y tentaciones, mantenernos firmes es un verdadero desafío, pero con la ayuda del Espíritu Santo podemos vencer.

La Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que permanecieron fieles al Señor en todo momento. Pensemos en Daniel, quien decidió no contaminarse con la comida del rey, o en José, quien huyó de la tentación en Egipto. Ambos entendieron que la fidelidad no es cuestión de comodidad, sino de obediencia y confianza plena en Dios. Estos ejemplos nos inspiran a mantenernos firmes, recordando que nuestra recompensa no viene de los hombres, sino del Señor.

En nuestra vida diaria, la fidelidad hacia Dios se refleja en las decisiones que tomamos. ¿Estamos honrando a Dios con nuestras palabras? ¿Somos íntegros en nuestro trabajo, en la familia y en lo que hacemos en secreto? Ser fiel significa ser los mismos dentro y fuera de la iglesia, en público y en privado, sabiendo que Dios nos observa en todo momento. Cuando vivimos de esta manera, nuestro testimonio brilla y otros pueden ver a Cristo en nosotros.

El apóstol Pablo también nos recuerda que es Dios quien nos santifica y nos guarda irreprensibles. Esto significa que no dependemos de nuestras fuerzas humanas, sino de la gracia y el poder divino. Es Dios quien nos capacita para ser fieles, para resistir la tentación y para perseverar hasta el fin. Por eso debemos acudir a Él en oración constante, pidiendo que nos fortalezca en medio de las pruebas y que renueve nuestro corazón cada día.

Querido lector, no olvides que el Señor es fiel. Él ha prometido guardarnos, sostenernos y santificarnos hasta Su venida. Nuestra responsabilidad es permanecer en Sus caminos, confiando en que Él cumplirá Su obra en nosotros. Aunque el mundo trate de desviarnos, recordemos que tenemos un Dios que nunca falla y que siempre cumple Su palabra.

Reflexión final: La fidelidad hacia Dios no debe ser un acto temporal, sino un estilo de vida. Hoy más que nunca necesitamos hombres y mujeres que vivan consagrados, irreprensibles y firmes en la fe. No olvides que aquel que te llamó es fiel, y lo que ha prometido lo cumplirá. Aférrate a Su palabra, permanece en santidad y espera con gozo el día glorioso en que Cristo volverá por Su iglesia.

Seremos salvos por Su vida
Pelea la buena batalla