Mujeres, estad sujetas a vuestros maridos

El capítulo tres de la primera epístola del apóstol Pedro nos presenta una de las enseñanzas más profundas sobre la vida matrimonial cristiana. El apóstol inicia este capítulo exhortando a los esposos y esposas a vivir en armonía, bajo la dirección de Dios. Pedro no da un consejo humano, sino un principio divino para mantener hogares firmes y llenos de amor. Aunque el pasaje abarca a ambos cónyuges, en este artículo nos enfocaremos especialmente en las palabras dirigidas a la mujer, a quien se le da un llamado especial de sabiduría, respeto y testimonio silencioso que puede transformar vidas.

Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas.

1 Pedro 3:1

Esta instrucción no debe interpretarse como una orden de inferioridad, sino como una invitación al orden y a la influencia espiritual. Pedro no está hablando de sometimiento opresivo, sino de una actitud de respeto y mansedumbre que honra a Dios y bendice el hogar. El apóstol enseña que el comportamiento piadoso de una esposa puede ser más poderoso que mil palabras. Un esposo incrédulo puede ser tocado profundamente por la manera en que su esposa vive, ama y sirve con paciencia, sin necesidad de largos discursos. La conducta cristiana es, en muchos casos, el sermón más convincente que una persona puede predicar.

Cuando una mujer teme a Dios y camina en obediencia a Su Palabra, su vida se convierte en un testimonio vivo. Su manera de hablar, su trato hacia su esposo, su paciencia y su fe en medio de las dificultades, todo ello se convierte en un espejo de Cristo. Es una luz que brilla silenciosamente en medio del hogar. ¡Qué hermoso sería que muchas esposas cristianas pudieran ganar a sus maridos para el Señor solo con su ejemplo! Este tipo de testimonio tiene un poder transformador, porque no proviene de la fuerza humana, sino del Espíritu Santo obrando a través de un corazón obediente.

Pedro no está hablando de una obediencia ciega o sin discernimiento, sino de una sumisión que nace del amor y la fe. En la misma carta, más adelante, el apóstol recuerda que tanto el hombre como la mujer son coherederos de la gracia de la vida. Por lo tanto, esta enseñanza tiene como propósito promover el respeto mutuo y la unidad, no la dominación. En los hogares donde Cristo gobierna, ambos cónyuges sirven el uno al otro, reconociendo que el matrimonio es un reflejo del amor de Cristo por Su iglesia.

La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor.

Proverbios 15:1

Esta sabiduría de Proverbios complementa perfectamente lo que Pedro enseña. Las palabras suaves, llenas de amor y gracia, tienen el poder de calmar una tormenta. En cambio, la respuesta impulsiva y áspera puede destruir en segundos lo que tomó años construir. En el matrimonio, ambos deben aprender a escuchar y a responder con paciencia. Cuando uno de los dos se deja guiar por la mansedumbre del Espíritu Santo, el conflicto pierde fuerza y la paz se restablece. La mujer sabia sabe cuándo hablar y cuándo callar, cuándo aconsejar y cuándo simplemente orar. Su fuerza está en su serenidad, no en su tono.

Queridas hermanas, Dios desea que sean columnas en sus hogares. Ustedes tienen la capacidad de edificar, inspirar y guiar a sus familias a los pies de Cristo. La ternura no es debilidad; es poder bajo control. La humildad no es derrota; es victoria en el espíritu. Ser una mujer sujeta a Dios y a su esposo es vivir en libertad bajo la gracia del Señor. Y a los esposos también les toca corresponder con amor, comprensión y respeto, recordando que ambos son uno solo delante de Dios.

El mensaje final es claro: un matrimonio bendecido es aquel donde la presencia de Cristo gobierna. Si en medio de las dificultades ambos aprenden a responder con amor, a orar juntos y a perdonarse, la paz de Dios reinará en sus vidas. Que el Señor conceda a cada matrimonio la sabiduría para vivir conforme a Su Palabra, y que la gracia divina llene cada hogar de gozo, respeto y armonía. Amén.

Cada cual morirá por su propia maldad
La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu