Glorificad a Dios Porque habéis sido comprados por precio

Bendito sea el nombre del Señor para siempre, glorificad Su nombre porque Él es bueno, porque Su reino, potestad y gloria son sobre todas las naciones, grande en poder majestad y misericordia.

Alabemos a nuestro Dios, porque por Él hoy estamos aquí, y por eso contamos Sus obras y Sus grandes maravillas por todos los tiempos, glorifiquémosle porque no ya otro como Él. Su sangre nos hizo libres, nos dios potestad de ser sus herederos.

Con todos nuestros grandes esfuerzos y alabanzas demos gracias y sacrificio de honor y gloria ante el Señor. Él es Rey de reyes y Señor de señores.

¿Por qué no dar alabanzas a Aquel que nos dio libertad a través de Su sangre? La Biblia dice:

Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

1 Corintios 6:20

Algo muy importante que podemos notar aquí es que aunque esta carta fuese para aquel pueblo, nosotros también fuimos alcanzados por esa promesa, fuimos comprados allá en la cruz, y no por cualquier precio, sino a precio de sangre, sangre derramada por nuestros pecados.

Este precio por la cual fuimos comprados, fue un precio muy grande. Dios dio a Su hijo en sacrificio por toda la humanidad, no fue por uno o dos, ni por el más rico, ni por el más pobre, ni por el de clase media. Este sacrificio fue por toda Su creación.

Agradece a Dios y glorifícalo por esa obra tan maravillosa que hizo para ti: Su sacrificio fue grande y por todos.

Cuando meditamos en estas palabras, entendemos que nuestra vida ya no nos pertenece, sino que hemos sido apartados para Dios. Por eso, el llamado del apóstol Pablo cobra tanto sentido hoy en día: glorificar a Dios en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu. Es decir, no se trata solo de palabras, sino también de acciones, de un estilo de vida que refleje obediencia y gratitud al Señor.

Cada día tenemos la oportunidad de exaltar Su nombre, no solo dentro de las paredes de un templo, sino también en nuestro trabajo, en nuestra familia, en nuestras conversaciones y en las decisiones que tomamos. Glorificar a Dios es vivir conscientes de que todo lo que tenemos proviene de Él y que nuestra vida debe ser un testimonio de Su poder y misericordia.

La Biblia nos enseña que todos los pueblos, tribus y naciones algún día reconocerán Su nombre. Por eso, ahora que tenemos la oportunidad de adorarle en libertad, debemos hacerlo con todo el corazón. Nuestra alabanza no puede ser superficial ni basada en la emoción del momento, sino en un entendimiento profundo de lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz.

Muchas veces el ser humano se acostumbra a la rutina y olvida agradecer por las cosas más sencillas: el respirar, el abrir los ojos cada mañana, la familia, la provisión y aún la oportunidad de conocer el evangelio. Pero cuando reconocemos que todo esto es fruto de la gracia de Dios, nuestra actitud cambia y la alabanza se convierte en un estilo de vida.

Glorificar a Dios implica también cuidar nuestro cuerpo y nuestra mente, alejándonos de aquello que deshonra Su nombre. Como dice el pasaje citado, nuestros cuerpos y espíritus son de Dios, y es nuestro deber rendirlos como sacrificio vivo, santo y agradable delante de Él. No podemos separar lo espiritual de lo material, pues todo en nosotros debe rendir honor al Señor.

Cuando el creyente vive en gratitud y alabanza constante, no solo bendice su vida, sino también la de quienes lo rodean. Su testimonio se convierte en una luz que guía a otros hacia Cristo. En tiempos de dificultad, recordar que hemos sido comprados por precio nos da fuerza para seguir adelante, porque sabemos que nuestra vida tiene un valor incalculable para Dios.

Reflexión final

Querido lector, hoy es el mejor momento para levantar tu voz y reconocer que Dios merece toda la gloria y la honra. No importa cuál sea tu situación actual, recuerda que fuiste comprado por precio de sangre, y esa verdad debe llenar tu corazón de gozo y agradecimiento. Haz de la alabanza tu escudo, del agradecimiento tu estilo de vida y de la obediencia tu mayor ofrenda. Solo así vivirás en la plenitud de aquel que te llamó de las tinieblas a Su luz admirable.

Los perfectos heredarán el bien
Que vuestro amor abunde aun más y más