Nosotros, aún siendo pecadores y no merecedores de la gracia divina de Dios, Él nos perdonó y nos dio potestad de ser Sus hijos y herederos.
El Señor, viendo todos nuestros delitos y pecados, se humilló y padeció en la cruz del calvario para perdón de nuestros pecados. Algo importante que debemos tener en cuenta es que cada vez que pecas, Dios nunca te dice «no» para perdonarte, Él te perdona si vas humillado ante Él de corazón.
Es por eso que al leer el título de este artículo, nos hace reflexionar sobre el perdón, que así como somos perdonados por nuestro Dios, también nosotros debemos perdonar a todos aquellos que nos ofenden. Recordemos que Jesús padeció en gran manera en la cruz, pero aún así Él perdonó.
De manera que, así como somos perdonados por Cristo, Él te manda hacer lo mismo con los demás. Es por eso que la Biblia dice lo siguiente:
soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
Colosenses 3:13
Así actuamos cuando somos nacidos de nuevo, ya que el nuevo hombre es escogido por Dios, y al experimentar este nuevo nacimiento llega a nosotros la humildad, la misericordia, el amor, la bondad y el perdón.
Si nos acercamos más y más a Dios, podremos permanecer en Él, dar pasos firmes hacia adelante, no exhibir el viejo hombre, sino el nuevo hombre, el cual fue seleccionado por Dios.
Es por eso que el autor de este libro nos habla claramente de cómo debe ser un hombre y una mujer de Dios, que anda en Sus Caminos. Hermano o amigo, acércate más a Dios y pídele ayuda para experimentar Su amor a través del perdón hacia los demás.
El perdón es una de las virtudes más difíciles de practicar, porque el orgullo humano muchas veces se interpone. Cuando alguien nos hiere, el corazón suele llenarse de resentimiento, pero allí es donde la gracia de Dios debe operar en nuestras vidas. Recordemos que el perdón no significa olvidar el daño, sino liberarnos del peso de la amargura. Al perdonar, sanamos nuestra alma y dejamos que Dios sea quien haga justicia.
Jesús mismo nos enseñó a orar diciendo: “Perdona nuestras ofensas, así como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mateo 6:12). Esto deja en claro que el perdón no es opcional, sino un mandato divino. El cristiano que guarda rencor contradice la esencia del evangelio, pues la base de nuestra fe está en el sacrificio de Cristo, quien perdonó aun a quienes lo crucificaban.
Cuando decidimos perdonar, la paz de Dios llena nuestro ser. No se trata solo de un acto espiritual, también es un acto que beneficia nuestra salud física y emocional. La ciencia moderna ha demostrado que la falta de perdón puede generar ansiedad, insomnio y hasta enfermedades del corazón. Dios, en Su sabiduría, sabía que el perdón sería liberación y medicina para nuestra vida.
Es importante también reflexionar en que, así como Dios nos perdona diariamente, nosotros debemos ser pacientes con los demás. Nadie es perfecto, todos cometemos errores. El apóstol Pedro preguntó a Jesús: “¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” Y Jesús le respondió: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21-22). Esto significa que el perdón no tiene límites.
Querido lector, si hay alguien en tu vida a quien aún no has perdonado, hoy es un buen momento para hacerlo. No dejes que la falta de perdón te robe la paz y te aleje de Dios. Recuerda que perdonar no te hace débil, al contrario, te hace fuerte en el Señor. Cuando perdonas, reflejas el carácter de Cristo y demuestras que realmente has nacido de nuevo.
Finalmente, el perdón abre las puertas a la reconciliación, restaura familias, fortalece matrimonios, y construye iglesias sólidas. El perdón es la clave para vivir en unidad, y la unidad es la evidencia de que Dios está presente. No hay mayor ejemplo que Cristo, quien colgado en la cruz dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Esa es la medida del amor verdadero.
Que este mensaje nos impulse a vivir perdonando, como Cristo nos perdonó. Que no guardemos resentimientos, sino que sembremos paz y amor en cada relación. Solo así podremos experimentar plenamente la gracia de Dios y caminar seguros como hijos de la luz.