Los mandatos de la palabra de Dios, deben ser cumplidos por nosotros, y es por eso que debemos estar conscientes de que siempre habrá un maligno tratando de impedir que cumplamos con la Biblia para que no obtengamos la vida eterna.
El título de este artículo nos habla del compromiso de la mujer con su esposo, que es actuar con humildad, con respeto, con honestidad, y siendo paciente en todo, someterse a su esposo, como lo establece la misma Biblia.
Cuando una mujer se sujeta a su marido en el amor y sabiduría del Señor, actúa con gran respeto, corrigiendo toda falta con su gran amor y paciencia, pues con esto no da cabida a que el maligno entre en ese matrimonio y lo destruya.
Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.
Efesios 5:24
La Biblia es la palabra de Dios, y como es el mismo Señor que nos está hablando, pues debemos ser obedientes, por eso mujeres, así explica el autor de esta carta a los efesios, estén sujetas a sus esposos así como la iglesia está sujeta a Cristo.
El versículo que vimos anteriormente habla claro y preciso, y sugiere que así como las esposas se sujetan a sus esposos, pues al Señor también, ya que el esposo es el cabeza en el matrimonio, de esta forma todo en un matrimonio siempre estará estable en la presencia de Dios.
Este mandato bíblico no debe ser visto como una carga, sino como una bendición. El respeto y la sujeción de la mujer hacia su esposo no significa inferioridad, sino orden y unidad dentro del hogar. Cuando la esposa reconoce a su esposo como cabeza, en armonía con la guía de Dios, el matrimonio se convierte en un refugio de paz, y el amor se fortalece día a día. La mujer sabia entiende que su obediencia no es hacia un hombre común, sino hacia un diseño divino que trae estabilidad.
Asimismo, la Palabra también enseña al esposo a amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia. Esto nos muestra que el matrimonio es un pacto sagrado en el que ambos deben caminar en amor, respeto y paciencia. La mujer, al someterse con humildad, refleja un corazón enseñable y un espíritu que honra al Señor; mientras que el esposo, al amar sin condiciones, refleja el carácter de Cristo mismo.
En la práctica, esta enseñanza se refleja en los actos diarios: en la manera de hablar, de aconsejar, de corregir con dulzura y de mantener la unidad en medio de las dificultades. La mujer que ora por su esposo y lo apoya en sus luchas, no solo fortalece su matrimonio, sino que también bendice a sus hijos y futuras generaciones, pues el hogar se convierte en un ejemplo vivo de obediencia a Dios.
Recordemos también que la sujeción no anula la voz ni el valor de la mujer. Por el contrario, le da un papel fundamental en la edificación del hogar. Su influencia, sabiduría y prudencia son tesoros que, guiados por la Palabra, edifican en lugar de destruir. Una mujer que teme al Señor es alabada, porque sujeción y obediencia se traducen en testimonios visibles de fe y confianza en Dios.
Querida hermana, si eres esposa, comprende que tu papel es vital en la obra de Dios dentro del matrimonio. No se trata solo de obedecer por obligación, sino de amar, respetar y sujetarse en el Señor para que tu vida, tu familia y tu matrimonio sean un reflejo de la gracia de Cristo en la tierra. Así como la iglesia florece cuando obedece a Cristo, así también el matrimonio prospera cuando la mujer se sujeta en amor y sabiduría.
Conclusión: La sujeción de la mujer a su esposo es un principio que nace del corazón de Dios. No es un mandato humano, sino un diseño divino para preservar la unidad y bendición en el hogar. Una mujer que vive bajo este principio se convierte en instrumento de paz, de edificación y de bendición. Que cada hogar pueda reflejar este orden celestial, y que cada esposa halle en la obediencia al Señor la fortaleza y la gracia para sostener su matrimonio bajo la cobertura de Dios.