El consejo es algo muy bueno e importante en nuestras vidas. Los consejos actúan como luces en el camino, guiándonos para tomar decisiones correctas y evitar errores que podrían costarnos caro. Quien aprecia el consejo demuestra humildad y sabiduría, porque reconoce que no lo sabe todo y que necesita aprender de la experiencia de otros. Los consejos bien recibidos son como semillas que, con el tiempo, producen frutos de madurez y éxito espiritual. Cuando escuchamos con atención y aplicamos lo aprendido, podemos avanzar con pasos firmes hacia las metas que Dios ha puesto delante de nosotros.
Debemos recibir el consejo sin prejuicios ni orgullo, porque la edad o la posición social no determinan quién puede enseñarnos algo. En la vida cristiana, el consejo piadoso tiene un valor incalculable, ya que nos ayuda a caminar conforme a la voluntad de Dios. El joven necesita consejo para aprender a tomar buenas decisiones; el adulto necesita consejo para mantenerse firme en medio de las pruebas, y el anciano necesita consejo para perseverar con esperanza hasta el final. La humildad para escuchar nos prepara para alcanzar sabiduría en nuestra vejez, como lo enseña la Escritura: “Con los ancianos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia” (Job 12:12).
Escuchar a los demás también nos capacita para poder aconsejar. El que aprende de otros, con el tiempo se convierte en guía para muchos. Así se forma una cadena de bendición: recibimos para luego dar. El sabio no solo atesora los consejos que escucha, sino que los aplica y los comparte, edificando así a quienes lo rodean. La sabiduría no es egoísta, sino que se multiplica cuando se transmite con amor. En cambio, quien desprecia el consejo, termina tropezando en los mismos errores que pudo haber evitado si hubiera escuchado.
No todo el mundo tiene la capacidad de dar o recibir consejo. A veces el orgullo impide que aceptemos corrección, o la falta de discernimiento nos lleva a aceptar palabras que no provienen de Dios. Por eso, debemos procurar que el consejo venga de alguien con buena conducta, madurez espiritual y una vida guiada por el Señor. Un consejo fuera de la Palabra puede desviarnos, pero un consejo fundado en la verdad de Dios siempre edifica. El libro de los Proverbios nos recuerda la importancia de rodearnos de personas sabias: “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad” (Proverbios 11:14).
El sabio Salomón, inspirado por el Espíritu Santo, escribió:
Escucha el consejo, y recibe la corrección, para que seas sabio en tu vejez.
Proverbios 19:20
Estas palabras encierran un principio espiritual poderoso: quien escucha consejo demuestra disposición para crecer. El consejo y la corrección son herramientas de Dios para moldear nuestro carácter y hacernos más semejantes a Cristo. No siempre será fácil recibir corrección, pero detrás de cada reprensión justa hay amor y cuidado. Dios utiliza a personas sabias para advertirnos y ayudarnos a no desviarnos del camino. La obediencia al consejo divino es una de las mayores señales de madurez espiritual.
Por otro lado, la Biblia también nos advierte sobre el peligro de rechazar el consejo. “El camino del necio es derecho en su opinión; mas el que obedece al consejo es sabio” (Proverbios 12:15). El necio confía únicamente en su propio entendimiento y desprecia toda instrucción. Cree que no necesita ayuda, pero sus decisiones lo llevan al fracaso. Las personas orgullosas cierran su corazón a la corrección, y esa ceguera espiritual las conduce a la ruina. En cambio, quienes aprenden a escuchar y a reflexionar antes de actuar son los que verdaderamente progresan y crecen en sabiduría.
Las personas inteligentes y de buen entendimiento son aquellas que saben escuchar. No se apresuran a hablar ni a defenderse, sino que analizan y valoran lo que se les dice. Un consejo sabio puede evitar una caída, restaurar una relación o incluso salvar una vida. Por eso, debemos valorar a quienes nos aconsejan con sinceridad y amor. Escuchar no es un signo de debilidad, sino de fortaleza espiritual, porque demuestra que deseamos mejorar y agradar más a Dios.
Si últimamente no estás escuchando consejos y has decidido seguir solo tu propio camino, es momento de detenerte y reflexionar. Nadie puede guiarse a sí mismo completamente sin errar. Dios, en Su misericordia, coloca personas en nuestro camino para instruirnos, corregirnos y animarnos. Rechazar el consejo es rechazar la voz de la sabiduría. Aceptar la corrección, en cambio, es la mejor opción, porque abre la puerta al crecimiento y a la madurez. Ser necio es caminar hacia el borde del precipicio; ser sabio es detenerse a tiempo y escuchar la voz del Señor, que habla muchas veces a través de quienes nos aman. Recibe el consejo, guárdalo en tu corazón y deja que el Espíritu Santo te guíe cada día. Así serás sabio, y tus pasos estarán firmes sobre el camino de la verdad. Amén.