La alegría del padre y la madre del justo

La Biblia nos enseña sobre honrar a nuestro padre y a nuestra madre, y de todos los mandamientos es el único con promesa. Dios mismo estableció este principio desde el Sinaí cuando dijo: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da” (Éxodo 20:12). Este mandamiento no solo está dirigido a los niños, sino a todas las generaciones, recordándonos que el respeto, el amor y el cuidado hacia los padres son parte esencial de la vida cristiana. Cuando obedecemos este mandamiento, estamos reconociendo la autoridad y la bendición que Dios ha puesto sobre nuestra familia, y Él promete larga vida y bienestar a quienes lo practican.

Honrar a los padres no se trata únicamente de palabras bonitas o de gestos ocasionales, sino de una actitud constante del corazón. Implica obedecerlos mientras dependemos de ellos, y respetarlos, cuidarlos y agradecerles aún cuando somos adultos. En un tiempo donde la desobediencia y la falta de respeto se han vuelto comunes, el pueblo de Dios debe ser ejemplo de honra familiar. Dios bendice a quienes valoran y reconocen el sacrificio de sus padres, porque la familia fue instituida por Él como una fuente de amor, instrucción y protección.

Una persona justa, que anda recta por los caminos del Señor, es motivo de gozo para su padre y su madre. El libro de los Proverbios lo expresa de manera hermosa:

24 Mucho se alegrará el padre del justo, y el que engendra sabio se gozará con él.

25 Alégrense tu padre y tu madre, y gócese la que te dio a luz.

Proverbios 23:24-25

Estos versículos nos muestran cuán profunda puede ser la alegría de unos padres cuando ven a sus hijos caminar por sendas de justicia. No hay recompensa más grande para un padre temeroso de Dios que contemplar a sus hijos sirviendo al Señor con un corazón sabio. Las buenas decisiones, la integridad y la fe de los hijos son como una corona de honra sobre la cabeza de los padres. Por eso, el proverbista no habla de una alegría superficial, sino de un gozo que llena el alma, un regocijo espiritual que surge al ver la fidelidad de Dios reflejada en la vida de los hijos.

Es importante entender que esta honra no es solo un deber moral, sino una bendición mutua. Cuando un hijo honra a sus padres, no solo les da alegría, sino que también trae bendición sobre su propia vida. La promesa divina se cumple: “para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra” (Efesios 6:2-3). Esto demuestra que Dios se agrada cuando hay armonía familiar y respeto entre generaciones. La familia es el primer lugar donde aprendemos obediencia, gratitud y servicio, virtudes que luego se extienden a todas las áreas de la vida.

Pero así como los hijos deben honrar, los padres también tienen una gran responsabilidad. Ellos son los primeros maestros de la fe, llamados a instruir con amor, disciplina y sabiduría. Un padre o madre que enseña la Palabra de Dios y guía con buen ejemplo está formando generaciones de hombres y mujeres justos. No se trata de imponer con dureza, sino de enseñar con el ejemplo, orando por sus hijos y mostrándoles el camino de la verdad. Proverbios 22:6 nos recuerda: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.

Por eso, padre y madre, debemos atender a nuestros hijos, corregirlos con sabiduría y no darles rienda suelta. La falta de corrección hoy puede ser causa de dolor mañana. Un hijo sin dirección fácilmente se extravía, pero un hijo instruido en la Palabra será una fuente de bendición. Educar con amor, paciencia y firmeza es una forma de reflejar el carácter de Dios en el hogar. El objetivo no es solo que los hijos sean exitosos, sino que sean sabios y temerosos del Señor.

Así que, tomemos el consejo del proverbista: si deseas que tus hijos sean sabios y justos, instrúyelos en la sabiduría del Señor. Enséñales a orar, a leer la Biblia y a caminar en obediencia. Muéstrales con tu ejemplo lo que significa vivir para Cristo. Cuando los hijos aprenden de sus padres el temor de Dios, ellos mismos se convierten en una bendición. Y entonces, tus días estarán llenos de gozo, porque verás cumplida la promesa: “Alégrense tu padre y tu madre, y gócese la que te dio a luz”.

La mujer agraciada tendrá honra
Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados