La mujer virtuosa es corona de su marido

En uno de nuestros artículos anteriores hablamos de la virtud de Rut, y aprendimos de ella la increíble fe que tuvo al salir de su tierra a un lugar desconocido. Aprendimos la manera tan increíble en la que amó al Señor y el apoyo moral que dio a su suegra.

La virtud es algo que debe acompañar a cada hombre y mujer de Dios, aunque en esta serie de artículos sobre la virtud, damos un mensaje directo para aquellas mujeres que en verdad desean agradar al Señor.

Proverbios capitulo 12 nos habla sobre la virtud de la mujer. Mientras nuestro proverbista Salomón es inspirado a dar una serie de consejos sobre la sabiduría, nos presenta nuevamente a la mujer virtuosa:

La mujer virtuosa es corona de su marido; Mas la mala, como carcoma en sus huesos.

Proverbios 12:4

De una mujer verdaderamente virtuosa podemos presentar muchas cualidades (7 cualidades de una mujer virtuosa), y podemos comenzar presentando a aquella mujer que teme al Señor. En ese aspecto, una mujer que teme al Señor y guarda sus mandamientos, expresa una virtud innegable, y si está casada, ciertamente el autor no se equivoca en decir que es una corona de su marido.

¿Se imagina usted lo feliz que debe estar un esposo con una mujer de este tipo? Por otro lado, la mujer que no es virtuosa, como el propio Salomón la describe, «la mala», no es como una corona sino como carcoma en sus huesos.

Mujer que lee este artículo, ¿qué tipo de mujer eres, la mala o la que es como corona en la cabeza de su marido? Que esta pregunta sea respondida en tu corazón y a la vez busques la manera de orar a Dios pidiendo que te ayude a ser una mujer virtuosa.

La virtud, según la Biblia, no se limita a la apariencia o a las habilidades externas, sino que proviene del corazón. Es un reflejo del carácter de Cristo en la vida de una persona. Una mujer virtuosa no solo se distingue por su modestia o su prudencia, sino por su devoción al Señor y su deseo de agradarle en todo. En tiempos donde la cultura exalta lo superficial, la mujer piadosa se mantiene firme, mostrando un ejemplo de fe, humildad y sabiduría. Ella no busca competir con el mundo, sino agradar al Creador que la formó con propósito.

El libro de Proverbios 31 también resalta la importancia de la mujer virtuosa, describiéndola como alguien que teme al Señor, trabaja con diligencia y cuida de su hogar. No se trata de perfección, sino de disposición de corazón. La virtud no es un don reservado para unas pocas, sino un fruto que brota en toda mujer que se rinde completamente a Dios. Cada acción, cada palabra, cada decisión tomada en amor y obediencia a la Palabra, revela una belleza interior que trasciende lo físico.

Una mujer virtuosa no se deja dominar por el orgullo ni por las emociones, sino que confía en la dirección del Espíritu Santo. Sabe cuándo hablar y cuándo callar, cuándo esperar y cuándo actuar. Su fuerza no proviene de sí misma, sino de su comunión con Dios. Cuando enfrenta dificultades, se aferra a las promesas del Señor. Cuando otros se desesperan, ella ora. Cuando el hogar enfrenta pruebas, ella busca la paz y edifica con sus palabras.

Ser corona para su marido significa ser una bendición, un apoyo constante, una ayuda idónea que complementa, anima y edifica. No se trata de sometimiento ciego, sino de amor y respeto mutuo fundamentados en Cristo. La Escritura nos muestra que la mujer fue creada para acompañar, no para competir, y cuando camina bajo la dirección divina, su presencia llena el hogar de gracia y equilibrio. Su ejemplo inspira a los hijos, honra a su esposo y glorifica a Dios.

Por el contrario, la mujer insensata, la que actúa sin prudencia, puede destruir con sus palabras lo que tanto ha costado construir. Salomón usa la figura de la “carcoma en los huesos” para mostrar cómo una actitud negativa, la falta de fe o la desobediencia pueden corroer el alma de un hogar. No hay mayor dolor que ver cómo la falta de virtud apaga la paz y la armonía que Dios desea para la familia. Por eso, el llamado de la Escritura es a revestirse de mansedumbre, pureza y bondad.

Querida mujer, la virtud no se logra de la noche a la mañana. Es un proceso de transformación que solo el Espíritu Santo puede producir. Pide al Señor que te moldee, que te enseñe a ser prudente, trabajadora, compasiva y temerosa de Él. No permitas que la presión del mundo cambie tu esencia ni tu llamado. Cada día que buscas a Dios, estás siendo formada para reflejar su gloria.

Recuerda que una mujer virtuosa no se mide por lo que tiene, sino por lo que es en Cristo. Su valor no está en las redes sociales, ni en la opinión de los demás, sino en el reconocimiento del Dios que ve su corazón. Que cada paso, cada palabra y cada decisión estén dirigidos por el amor del Señor, y que su virtud se convierta en luz para otros, mostrando al mundo que vivir conforme a la voluntad de Dios sigue siendo el más alto honor que una mujer puede alcanzar.

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