Las discípulos pasaron por muchas luchas en aquellos tiempos, pues tenían que salir de un lugar para otro, ya que cada uno de estos tenían el compromiso de poder cumplir el propósito de llevar el mensaje a toda nación y poder hacer entender a aquellas personas sobre Cristo.
Es necesario mencionar que por amor a Dios, estos siervos fieles daban todo cuanto podían, aprendieron lo que fue soportar tantos maltratos, aún cuando andaban con Jesús se daban cuenta que eran perseguidos por muchos que no creían en el Señor.
La vida fue difícil para cada persona que fue llamada por el Señor para servirle en todo momento. Pero estos hombres eran respaldados por Dios en su debido momento.
Podemos poner como ejemplo la luchas que el apóstol Pablo atravesó desde cuando fue llamado hasta el día de su muerte. Por eso Pablo dice:
el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte;
2 Corintios 1:10
La fe de Pablo era increíblemente fuerte, podemos ver cómo este hombre aún estando encarcelado, pasando de todo tipo de dificultad, dice que Cristo libra y seguirá librando.
Pablo exhorta a no olvidar la tribulación que pasaron en Asia, y dice que no nos olvidemos que con nuestra propia fuerzas nada podemos hacer.
Confiemos en el Señor hermanos, Él es quien nos libra, es aquel que libró a este hombre de muchos ataques para poder llegar a cumplir la el objetivo de llevar el evangelio a todas las personas que fuese posible.
Cuando analizamos estas palabras, entendemos que la vida cristiana nunca ha sido un camino fácil. Los primeros discípulos tuvieron que enfrentar hambre, desprecio, cárceles y persecuciones, sin embargo nunca dejaron de confiar en que Dios estaba con ellos. De igual manera, en nuestra época no estamos exentos de pruebas, aunque tal vez no tengamos la misma persecución física, sí enfrentamos críticas, rechazos y dificultades que buscan desanimarnos en nuestra fe.
El mensaje que nos dejan es de perseverancia y confianza. Cada paso que daban estaba lleno de riesgo, pero al mismo tiempo estaba sostenido por la mano poderosa de Dios. Pablo y los demás apóstoles aprendieron a depender únicamente del Señor, sabiendo que la verdadera fortaleza no provenía de su capacidad humana, sino del poder divino que los guiaba en medio de todo sufrimiento.
Hoy en día, este ejemplo nos invita a no rendirnos cuando las cosas se ponen difíciles. Muchas veces queremos desistir al ver que los problemas no terminan, pero debemos recordar que Jesús mismo advirtió que en el mundo tendríamos aflicciones. Sin embargo, también nos dio la esperanza de que Él venció al mundo y nos da la victoria a nosotros si permanecemos firmes en la fe.
Los testimonios bíblicos como el de Pablo sirven para mostrarnos que aun en medio de la debilidad, Dios se glorifica. El apóstol comprendió que cuando él era débil, entonces era fuerte, porque en su fragilidad el poder de Cristo se manifestaba con mayor claridad. Esto también se aplica a nuestra vida diaria: cuando nos sentimos incapaces, desanimados o sin fuerzas, debemos recordar que el Señor es quien sostiene nuestra vida y quien tiene la última palabra.
El creyente de hoy debe aprender de la fe inquebrantable de los discípulos y del apóstol Pablo. En lugar de enfocarnos únicamente en las dificultades, pongamos nuestros ojos en el propósito eterno que es alcanzar la salvación y cumplir con la misión de anunciar el evangelio. Así como ellos fueron fieles, también nosotros podemos serlo, sabiendo que el mismo Dios que los sostuvo a ellos nos sostiene a nosotros.
Reflexión final: Los discípulos nos enseñan que la fe verdadera se prueba en el fuego de las dificultades. El sufrimiento no es el final del camino, sino una oportunidad para crecer espiritualmente y confiar más en Dios. Pablo lo expresó con firmeza al decir que Cristo nos libra y seguirá librándonos. Confiemos, entonces, en que el mismo Señor que los acompañó a ellos en sus batallas, nos acompañará también a nosotros hoy. Mantengamos nuestra fe viva, porque al final la victoria siempre pertenece al Señor.