Hermanos en Cristo Jesús, solo existe una forma de poder crecer en los caminos de nuestro Señor Jesús. Todos los que caminamos en este camino, pues sabemos que las luchas serán constantes y que nada será fácil para lograr crecer en el camino.
Algo que debemos reconocer, es que no podremos crecer por nuestra propia cuenta, porque solo hay uno que nos hace ser más fuertes, nos da la ayuda que necesitamos, nos levantan en momentos críticos de nuestras vidas, y es por eso que si crecemos en el Señor, es porque Él está con nosotros.
Podemos obtener todas estas cosas la andando por el camino correcto, llevando la verdad en cada uno de nuestros corazones, sirviendo de corazón, dispuestos a pasar todo lo que sea para poder crecer en el amor y misericordia de nuestro amado Cristo.
Cristo es la cabeza, y si cristo es la cabeza, pues entonces el cuerpo tendrá un buen movimiento, es por eso que si crecemos espiritualmente, que si somos sabios, que si tropezamos y nos levantamos, es porque el Señor está con nosotros:
sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,
Efesios 4:15
Debemos andar por estos caminos teniendo a Cristo como nuestro capitán, Él es que dirige nuestros caminos y asegura nuestros pasos. ¿Sientes que no has crecido en la obra de Dios, en la fe y en el amor de Cristo que es la cabeza? Búscale y sigue la verdad la cual está fundamentada en Él.
La vida cristiana es una carrera de perseverancia. No se trata de llegar primero, sino de mantenernos firmes hasta el final, confiando en que el Señor completará la obra que ha comenzado en nosotros. El crecimiento espiritual no ocurre de un día para otro, sino que es un proceso continuo en el que somos transformados día a día por la Palabra de Dios.
En la Biblia encontramos múltiples ejemplos de hombres y mujeres que crecieron en el Señor a pesar de sus debilidades. El apóstol Pedro, por ejemplo, pasó de ser un hombre temeroso y débil a un siervo valiente y firme en la fe, porque aprendió a depender completamente de Cristo. De la misma manera, nosotros podemos pasar de la debilidad a la fortaleza si permanecemos en la obediencia al Señor.
La oración es también un pilar fundamental en este crecimiento. Si deseamos crecer espiritualmente, debemos cultivar una vida de oración constante, pues es en la intimidad con Dios donde recibimos dirección, consuelo y fortaleza. El Señor Jesús mismo nos enseñó a velar y orar, para no caer en tentación. No podemos pretender avanzar sin tener un diálogo diario con nuestro Padre celestial.
Otro aspecto esencial es la lectura y meditación de la Palabra de Dios. Ella es la lámpara que alumbra nuestro camino, la espada que nos ayuda a resistir al enemigo y el alimento espiritual que fortalece nuestra fe. Así como el cuerpo no puede subsistir sin alimento, el alma no puede crecer sin la Palabra de Dios. El salmista lo expresó claramente: «En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti» (Salmos 119:11).
También debemos considerar la importancia de congregarnos y compartir la fe con otros creyentes. El cuerpo de Cristo crece cuando cada miembro aporta lo que el Señor le ha dado. No estamos llamados a vivir una fe aislada, sino a edificarnos mutuamente en amor y buenas obras. La comunidad de fe es un terreno fértil donde aprendemos a amar, a perdonar y a servir como verdaderos discípulos.
En medio de las dificultades y pruebas que enfrentamos, recordemos que son precisamente esas circunstancias las que nos ayudan a crecer. El sufrimiento, aunque doloroso, produce en nosotros paciencia, carácter y esperanza. Como dice el apóstol Pablo en Romanos 5:3-4: «Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza».
Querido lector, crecer en Cristo es un llamado que todos debemos abrazar con gozo y compromiso. No se trata de un esfuerzo humano aislado, sino de permitir que el Espíritu Santo obre en nosotros, moldeando nuestro carácter a la imagen de Jesús. Él es el que da el crecimiento, nosotros solo debemos permanecer en obediencia y fe, confiando en Su gracia.
Por lo tanto, si sientes que no has crecido como deseas, no te desanimes. El Señor no desprecia un corazón que le busca con sinceridad. Permanece en la oración, en la lectura de la Palabra, en la comunión con los hermanos y en la obediencia al Espíritu Santo. El crecimiento vendrá, porque Dios es fiel para cumplir sus promesas.
En conclusión, crecer en los caminos de Cristo es caminar de Su mano cada día, reconociendo nuestra dependencia de Él y confiando en Su dirección. Que podamos decir como el apóstol Pablo: «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí» (Gálatas 2:20). Solo así alcanzaremos la madurez espiritual que glorifica a Dios y nos prepara para la vida eterna.