En el camino de la enseñanza y la sabiduría en el Señor, podemos aprender diversas formas de comportarnos y de apartarnos de los problemas y de aquellos que les gusta llevar contienda a los demás para estos también se vean envueltos en estos eventos.
Es claro que las personas que llevan contiendas a diferentes lugares donde va, pues lo que ocasiona es pleito y enemistades, pero algo que también debemos tomar en cuenta es, que estas personas son envueltas en su propio error. Ya con esto el hombre insensato no tendrá honra, sino que sus pies tropezaran y caerán.
El libro de los Proverbios de Salomón nos enseña acerca de estas cosas, que así como podían pasar en aquellos tiempos, también pueden pasar hoy en día:
Honra es del hombre dejar la contienda; Mas todo insensato se envolverá en ella.
Proverbios 20:3
Este es un consejo muy bueno que debemos tomar en cuenta, más hoy que anda mucha gente estresada por todos los lugares, que no dudan en contestar de mala manera a los demás cuando se encuentran frente a alguna situación, y hasta recurren a propinar golpes y hasta a ocasionar muerte.
Debemos ser sabios y entender que ante situaciones incómodas, lo mejor es evitar envolverse en problemas que al final nos van a complicar más la vida. Es mejor evitar ese tipo de problemas, pasar como cobardes, pero seguir con nuestra vida tranquila.
Cuando la Biblia nos habla de dejar la contienda, no significa que debamos ser débiles o incapaces de defendernos, sino que nos invita a discernir qué batallas vale la pena pelear y cuáles simplemente nos traerán destrucción. En muchos casos, la contienda solo genera más odio, divisiones y heridas emocionales difíciles de sanar. El sabio reconoce que la verdadera fuerza está en dominar su carácter y no dejarse arrastrar por la ira.
Jesús mismo nos enseñó a poner la otra mejilla (Mateo 5:39), mostrando que la grandeza no radica en responder con violencia, sino en mostrar un espíritu pacificador. Quien responde con mansedumbre en medio de un conflicto demuestra madurez y fe, porque está confiando en que Dios es quien defiende la causa del justo.
Podemos ver ejemplos en la vida cotidiana. Hay familias que se han dividido por discusiones insignificantes que pudieron haberse evitado con un poco de paciencia. En el trabajo también sucede que una palabra mal dicha puede desencadenar grandes conflictos. Y en las comunidades, la falta de dominio propio lleva a que se rompan amistades de años. Todo esto confirma lo que enseña Proverbios: el insensato se envuelve en la contienda, pero el sabio busca la paz.
El apóstol Pablo también exhorta en Romanos 12:18 diciendo: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. Este pasaje refuerza la idea de que la honra del cristiano se manifiesta en su capacidad de ser un pacificador, alguien que siembra unidad y no pleito. Al evitar la contienda, no solo protegemos nuestra integridad espiritual, sino que damos un testimonio vivo de lo que significa tener a Cristo en el corazón.
Vivimos en una sociedad donde la violencia verbal y física se ha normalizado, pero el creyente está llamado a marcar la diferencia. En lugar de responder con insultos, debemos responder con palabras de bendición. En vez de levantar la voz, debemos levantar una oración. Es así como el carácter de Cristo se refleja en nuestras vidas.
Querido lector, reflexionemos: ¿cuántas veces hemos perdido la paz por enfrascarnos en discusiones sin sentido? Recordemos que cada minuto que invertimos en una contienda es un minuto robado a nuestra paz, a nuestra familia y a nuestro crecimiento espiritual. Dejemos la contienda, porque en eso hay honra y sabiduría.
Conclusión: La verdadera grandeza no se mide por cuántas batallas hemos ganado con palabras o discusiones, sino por cuántas hemos dejado pasar para preservar la paz y la comunión. El sabio siempre elige la paz por encima de la contienda. Sigamos el consejo de Proverbios y el ejemplo de nuestro Señor Jesús, que nos mostró que el camino de la mansedumbre es el camino de la victoria en Dios.