El Espíritu Santo nos consuela y Jesús nos da paz

Jesús daba enseñanzas claras y precisas a los discípulo, también les hablaba de manera que los discípulos se preocupaban en gran manera. Esto se ve cuando le dijo que partiría, pero que Dios enviaría al Consolador, el Espíritu Santo.

Es evidente que mientras Jesús esparcía Su ministerio, hablando el mensaje que Su padre le había dado, pues había mucha oposición, pero claramente podemos entender que todas estas cosas debían pasar. Muertos recibieron vida, cojos se levantaban, ciegos veían, mudos hablaban. Pero también había una espada para aquellos que venían en contra de Jesús.

Jesús hablaba de las recompensas de cada uno de ellos, el tiempo ya estaba cerca, esta era una gran promesa la cual les ayudaría durante Sus sermones, porque había una misión que debían cumplir. Pero ante eso no estarían solos porque el Espíritu Santo les acompañaría. La Biblia dice que cuando llegó la hora Jesús dijo lo siguiente:

26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.

Juan 14:26-27

Estas fueron las palabras dichas por Jesús antes de marcharse, Él se iba, pero Sus discípulos no iban a quedar desamparados.

Era necesario que pasara esto, porque si el Espíritu Santo no estuviera, ¿cómo iban los discípulos a salir adelante?. Lo bueno de todo es que además de tener el consuelo del Espíritu Santo, los discípulos también iban a tener la paz de Jesús.

Este Su Santo Espíritu es quien nos recuerda que estemos preparados para Su regreso, porque ese será un gran día. Esta es la paz que el Señor nos dejó, paz que nunca se acaba, no como este mundo la da, sino un como un río de agua viva por todo nuestro ser. No tengas miedo, no hay que temer, Su Espíritu siempre estará con nosotros. Amén.

Al analizar estas palabras, entendemos que Jesús nunca dejó a sus seguidores sin dirección. Antes de partir, dejó instrucciones claras y una promesa segura: el Consolador vendría para guiarles. Esto nos enseña que no importa la dificultad que enfrentemos, siempre habrá una guía divina en nuestras vidas si confiamos en Él. Así como los discípulos necesitaron al Espíritu Santo para cumplir la misión, nosotros también necesitamos de Su compañía para enfrentar las pruebas de hoy.

El Consolador no solo vino para los discípulos, sino que también está con cada creyente en la actualidad. Él es quien nos fortalece cuando las fuerzas nos fallan, quien nos recuerda las enseñanzas de Cristo, quien nos dirige a toda verdad y nos ayuda a comprender las Escrituras. Sin el Espíritu Santo, sería imposible vivir una vida plena en obediencia a Dios, pues Él es nuestro ayudador y nuestro guía permanente.

Además, Jesús habla de una paz diferente a la que ofrece el mundo. La paz que el mundo da suele ser frágil, dependiente de circunstancias, de tener bienes materiales o de no enfrentar problemas. Sin embargo, la paz de Cristo es sobrenatural, permanece aún en medio de la tormenta, sostiene el corazón afligido y llena de esperanza al que confía en Dios. Esa es la paz que todo creyente recibe al abrir su corazón a Jesús y al permitir que Su Espíritu Santo habite en su vida.

En la historia de la iglesia primitiva vemos claramente cómo esta promesa se cumplió. El día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos y los llenó de poder y valentía para predicar el evangelio. Aquellos hombres que antes tenían miedo y estaban encerrados, salieron a proclamar con firmeza que Jesús era el Hijo de Dios. Esto es prueba de que la promesa de Cristo se cumplió y sigue vigente en la vida de los creyentes.

Querido lector, esta enseñanza también es para ti. Tal vez enfrentas dificultades, temores o incertidumbres, pero recuerda que no estás solo. El Consolador, el Espíritu Santo, está contigo para sostenerte, guiarte y fortalecerte. Y además de su compañía, Cristo te dejó Su paz, una paz que el mundo no puede dar ni quitar. Esa paz es como un río constante que fluye en el corazón de los que confían en Él.

Reflexión final: Jesús sabía que el camino de la vida cristiana no sería fácil, por eso nos dejó Su Espíritu y Su paz. No vivas con miedo ni ansiedad, confía en que la promesa se cumple aún hoy. Cada vez que ores, pide al Espíritu Santo que te guíe y que la paz de Cristo gobierne tu corazón. Solo así estarás preparado para Su regreso y podrás vivir con gozo en medio de cualquier circunstancia.

Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación
De Jehová son los pasos del hombre, y tus proyectos son seguros