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Encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien

Obedeciendo y estando bajo la voluntad divina de Dios, de Su cuidado, podremos soportar todo lo que venga a nuestras vidas, pues los tiempos cada día se vuelven más y más difíciles.

Es por eso que Dios es nuestro Creador, nuestro fortalecedor. Sujetémonos de las manos de Dios, encomendemos nuestras almas en las manos del Dios altísimo, ya que de esta manera podremos seguir adelante en los últimos días.

Aunque suframos, aunque tengamos que pasar todos los momentos amargos, no dudemos de nuestro Señor. Él es quien nos sostendrá.

De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.

1 Pedro 4:19

En este mundo pasamos muchas luchas y sufrimientos por la causa de nuestro Dios, pero esto no es motivo para rendirnos, y ¿qué debemos hacer ante todo esto? La respuesta está en el versículo que acabamos de ver, y es encomendar nuestras almas a Dios.

No podemos dejar de hacer el bien por las dificultades que se nos presentan. Recordemos que actuamos bajo la voluntad de Dios, y aun el sufrimiento sirve para fortalecernos, para refinarnos como el oro.

¿Te encuentras tú también en pleno sufrimiento en los caminos del Señor? Entonces sigue encomendando tu vida en las manos del Creador, y continúa haciendo el bien, no importa lo difícil que sea.

Palabras finales

El sufrimiento del creyente no es un castigo, sino una herramienta divina. A través de las pruebas, Dios nos moldea, nos purifica y nos prepara para una gloria mucho mayor. Pedro no escribió estas palabras desde la comodidad, sino en medio de un contexto de persecución y dolor. Sin embargo, nos enseña una verdad profunda: cuando sufrimos según la voluntad de Dios, podemos descansar sabiendo que nuestras almas están en manos del Creador fiel. Él no falla, no olvida, ni abandona a quienes confían en Él.

El cristiano maduro aprende que la obediencia a Dios implica aceptar Su voluntad aun cuando no la comprendemos completamente. Jesús mismo nos dio el mayor ejemplo al encomendar Su espíritu al Padre en la cruz. Así también nosotros debemos aprender a confiar en que cada lágrima, cada golpe del viento, cada noche oscura tiene un propósito en el plan soberano del Señor. Y si hoy sientes que no puedes más, recuerda que el mismo Dios que fortaleció a Pedro, a Pablo y a los mártires de la fe, también te sostiene a ti.

El mandato final del versículo —“y hagan el bien”— no es un añadido menor. Significa que aun en medio del sufrimiento, el creyente no deja de reflejar la bondad de Cristo. Cuando seguimos haciendo el bien a pesar del dolor, demostramos que nuestra fe no depende de las circunstancias, sino del carácter inmutable de Dios. Esa perseverancia es una de las mayores evidencias de una fe genuina y madura.

Por tanto, amado lector, encomienda hoy tu alma al fiel Creador. No temas el fuego de la prueba ni el peso de la carga, porque detrás de cada proceso hay una mano amorosa que no te soltará. Sigue haciendo el bien, aunque nadie lo vea, porque tu recompensa viene del Señor. Él es tu sostén, tu esperanza y tu refugio eterno. Permanece firme, y al final oirás Su voz decir: “Bien, buen siervo y fiel”.

Fuera de Dios no hay quien salve
Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová
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