Dios nos llamó a santificación

La Biblia es muy clara cuando se refiere a que debemos llevar una vida santa y pura delante de Dios, andar rectos delante de Dios y no andar bajo ninguna influencia del enemigo.

La santificación en el Señor nos ayuda a estar más y más cerca de nuestro Dios, nos ayuda a que podamos entender el eterno propósito de Dios en nuestras vidas, aprendiendo cada día que debemos obedecer a nuestro Dios y andar bajo su ley.

Debemos ser limpios delante de Su presencia, y aprender a discernir qué está mal delante del Señor, porque Su llamado ha sido a ser santos delante de Él.

La primera carta a los Tesalonicenses habla claramente de todo lo que acabamos de mencionar anteriormente:

Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.

1 Tesalonicenses 4:7

El autor de esta carta nos recuerda para qué Dios nos ha llamado, y es a andar en total santidad, a estar preparados, porque vendrá el día grande y glorioso en el que Su Hijo Amado Jesús vendrá a buscar a Su pueblo, vendrá a buscar una iglesia sin manchas ni arrugas.

Los ataques a los cristianos aumentan cada día, porque el enemigo siempre estará buscando la forma de hacernos estar mal delante de la presencia de Dios, haciéndonos dejar llevar por todo lo que envía el enemigo de las almas para hacernos desviar de la verdad de Cristo, para que veamos las cosas malas como buenas.

Hermanos, seamos cautelosos, andemos bajo la santificación de nuestro Dios, no nos dejemos engañar por el enemigo, atendamos al llamado del versículo que vimos en este artículo, a andar en rectitud delante de Dios, para que un día seamos levantados cuando Él venga por Su pueblo.


Cuando hablamos de santificación, no nos referimos solamente a apartarnos del pecado visible, sino también a cultivar un corazón limpio delante de Dios. El Señor no mira solamente lo externo, sino lo profundo de nuestras intenciones. Por eso es importante examinar constantemente nuestra vida y pedir al Espíritu Santo que nos muestre aquellas áreas que necesitan ser transformadas.

Vivir en santidad no significa vivir en perfección humana, sino en obediencia. El cristiano que se esfuerza cada día por agradar a Dios demuestra que ha entendido que la santificación es un proceso continuo. El apóstol Pablo enseña que debemos «presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios», lo cual nos recuerda que nuestro andar diario debe reflejar la obra de Cristo en nosotros.

Además, la santidad trae consigo grandes beneficios espirituales. Una vida apartada para Dios nos da paz en medio de las tormentas, dirección en momentos de confusión y fuerzas para resistir las tentaciones. Cuando un creyente decide vivir en santidad, su testimonio impacta a otros y puede ser instrumento para que más personas conozcan la luz del evangelio.

En la sociedad actual, donde los valores bíblicos son cada vez más rechazados, el llamado a la santificación se vuelve aún más urgente. Muchos justifican el pecado como algo normal o cultural, pero los hijos de Dios estamos llamados a vivir bajo una norma más alta: la Palabra de Dios. Recordemos que Jesús dijo que somos «la luz del mundo» y «la sal de la tierra», lo cual implica que debemos ser diferentes, no para nuestra gloria, sino para glorificar a nuestro Padre que está en los cielos.

No debemos olvidar que la santificación también es evidencia de que pertenecemos a Cristo. Una vida sin fruto espiritual y sin separación del pecado pone en duda nuestro compromiso con el Señor. Por eso, cada día debemos orar, leer las Escrituras y pedirle a Dios que nos guíe en el camino correcto, confiando en que Su gracia es suficiente para ayudarnos en nuestras debilidades.

Querido lector, reflexionemos en este llamado. No nos conformemos con una vida cristiana superficial, sino que procuremos vivir bajo la santidad que Dios nos demanda. Él no nos ha llamado a inmundicia, sino a vivir apartados para Él. Caminemos con fe, perseverancia y obediencia, para que cuando Cristo regrese nos encuentre preparados, como una iglesia pura y fiel que le espera con gozo.

Guardaos de los ídolos
Mas Jehová fue mi apoyo en el día de mi quebranto