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Revestíos de humildad

Ser humildes nos puede ayudar en muchas cosas, porque este evangelio se trata de que las personas conozcan la palabra de Dios, gracias a la cual obtendrán sabiduría y caminarán bajo la obediencia de Dios.

La humildad nos ayuda a ser pacientes, a entender la buena obra y voluntad del Señor, a ser personas sumisas, todos los consejos que vemos en la palabra de Dios son para que podamos continuar en este mundo tan difícil, para que podamos alcanzar la plenitud en el Señor.

¿De qué forma podremos obtener la humildad? Escuchando los consejos que nos dan personas sabias y que conocen de la palabra del Señor, de los ancianos de la iglesia que quieren que podamos llevar un buen camino. En la primera carta de Pedro dice lo siguiente acerca de estas cosas:

Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.

1 Pedro 5:5

Este es un buen consejo de Pedro no solamente para los jóvenes, sino para todos nosotros. Aquí Pedro exhorta a los jóvenes a sujetarse a los ancianos. Los jóvenes tienen a no respetar ni escuchar a las personas mayores porque piensan que tienen todo a sus pies gracias a su juventud y su fuerza pero olvidan que la experiencia de los ancianos puede ayudarlos grandemente en su día a día.

Pedro continúa exhortando a todas las personas a ser sumisos los unos a los otros y a revestirse de humildad. La humildad es algo de los que muchos carecen y es algo necesario, pues, gracias a la humildad, podremos estar abiertos a escuchar a los demás, a tomar buenos consejos, a aprender de las experiencias de los demás para así nosotros triunfar.

Así que, si un día somos bendecidos con abundantes bienes materiales o con buenas posiciones delante de la sociedad, recordemos siempre que debemos ser humildes en el Señor para seguir venciendo en Su nombre.

La humildad no se trata de rebajarnos ni de pensar menos de nosotros mismos, sino de tener una actitud correcta delante de Dios y de las personas. Un corazón humilde reconoce que todo lo que posee viene de la mano del Señor y que, por lo tanto, no hay motivo para gloriarse en lo terrenal. De hecho, cuando aprendemos a vivir con humildad, también aprendemos a valorar a los demás y a tratarlos con dignidad, sin importar su condición social, su posición económica o el lugar que ocupen en la vida.

En los evangelios vemos que Jesús mismo fue el mayor ejemplo de humildad. Él, siendo el Hijo de Dios, no vino con grandeza terrenal, sino que nació en un pesebre, vivió entre los pobres y sirvió a todos sin hacer acepción de personas. Jesús lavó los pies de sus discípulos como una muestra clara de que el liderazgo en el Reino de Dios no se trata de dominio ni de poder, sino de servicio y amor al prójimo.

La falta de humildad trae consigo graves consecuencias. Una persona orgullosa es incapaz de reconocer sus errores, de escuchar consejos o de aceptar la corrección. El orgullo nos ciega, nos hace creer que no necesitamos de nadie y, peor aún, que no necesitamos de Dios. La Biblia enseña claramente que el Señor resiste a los soberbios, es decir, se opone a ellos, mientras que concede gracia y favor a los humildes. Esto significa que, aunque el soberbio intente prosperar, tarde o temprano caerá, pero el humilde hallará siempre el respaldo del Señor.

Un aspecto importante de la humildad es aprender a pedir perdón y a perdonar. No hay mayor muestra de grandeza espiritual que reconocer cuando hemos fallado y tener la valentía de reconciliarnos. Esto rompe el orgullo, sana relaciones y abre puertas de bendición. Al mismo tiempo, el perdón nos libra del rencor y de la amargura, haciéndonos libres para seguir avanzando en la vida con paz.

También debemos recordar que la humildad nos prepara para recibir enseñanzas y crecer espiritualmente. Nadie que crea saberlo todo podrá avanzar en el camino del Señor, pero quien reconoce su necesidad de aprender encontrará en la Palabra de Dios una fuente inagotable de sabiduría.

Reflexión final: La humildad es una llave que abre puertas a la gracia y a la bendición de Dios. Vivir con humildad no es una opción, sino una necesidad para todo creyente que desea agradar al Señor y vivir en armonía con los demás. Seamos humildes en nuestro trato diario, reconociendo que cada paso que damos, cada logro y cada victoria, son posibles únicamente por la bondad y misericordia de Dios. Así, nuestro corazón permanecerá firme, nuestras relaciones se fortalecerán y nuestra vida será un ejemplo vivo del evangelio de Cristo.

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