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Jehová salva al pueblo afligido

La vida del creyente no siempre es fácil, cada día enfrentamos pruebas, dificultades y momentos en los que pareciera que no hay salida. Sin embargo, la Biblia nos recuerda constantemente que Dios es nuestro amparo, nuestra fortaleza y nuestro libertador. Él es quien nos sostiene en medio de las tormentas y quien nos muestra que en la aflicción también puede nacer la esperanza. Entender esta verdad nos ayuda a caminar con fe, aun cuando todo lo que nos rodea parezca desmoronarse.

El Señor es quien conoce todas las cosas, es quien da libertad al cautivo y le libra de sus aflicciones, de lo duro que pueden ser las batallas que enfrenta cada día.

Cada día vemos cómo este mundo va a la deriva, todos se desvían a la maldad, las personas solo piensan en riquezas materiales, en pecar y hacer cuantas cosas les dicte su corazón.

Dios es quien tiene el control de todas las cosas, el justo con muchas dificultad es salvo por Dios, ¿pero qué será de aquellas personas que aun ni le conocen?. Es por eso que mientras más cerca de Él estamos, mejor será. Solo nuestro Dios nos puede sacar de las aflicciones que padecemos día tras día.

Porque tú salvas al pueblo afligido, mas tus ojos están sobre los altivos para abatirlos.

2 Samuel 22:28

El versículo anterior es parte de un cántico de David luego de haber conseguido la victoria delante de sus enemigos y ser librado de la mano de Saul, dice: «Porque Tú» (hablando de Dios) «salvas al pueblo afligido». ¿Te sientes afligido el día de hoy? Déjame decirte que hay un Dios que conoce Tu aflicción y actuará para librarte de ella en el momento indicado.

¿En algún momento has pensado seguir los caminos de los malos porque aparentemente ellos viven mejor que el justo? ¡No! No debemos hacer eso ni por un segundo. En el versículo que acabamos de ver hay una sentencia para ellos, dice que los ojos de Dios están puestos sobre ellos para destruirlos.

Sigue orando, sigue pidiendo a Dios, Él conoce tu corazón, Él sabe tu necesidad, quizás piensas que Él no te escucha, pero no es así, Él sí te escucha, y Él obrará a favor de ti en el momento correcto, porque Él conoce todo. Sigue esforzándote en el Señor y nunca desmayes, y te aseguro, que esa aflicción un día terminará.

Podemos recordar que en la historia bíblica muchos hombres y mujeres pasaron por grandes sufrimientos. José, por ejemplo, fue vendido por sus hermanos, injustamente encarcelado y humillado, pero al final Dios lo exaltó y lo usó para salvar a muchos. Lo mismo sucede con nosotros: las aflicciones no son el fin de la historia, son parte del proceso que Dios utiliza para formar nuestro carácter y llevarnos a un propósito mayor.

En la vida diaria también vemos ejemplos de cómo Dios obra en medio de la angustia. Personas que parecían no tener esperanza, familias que lo habían perdido todo, encuentran en la fe en Cristo una nueva fuerza para levantarse. Esto nos muestra que Dios sigue siendo el mismo, ayer, hoy y por los siglos, y que su mano poderosa no se ha acortado para salvar.

El apóstol Pablo también nos recuerda en Romanos 8:18: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.» Esta promesa debe llenar nuestro corazón de esperanza, porque lo que hoy padecemos es pasajero, pero la recompensa eterna será gloriosa y nunca tendrá fin.

Así que, querido lector, no te rindas. Si hoy sientes que tus fuerzas se agotan, corre a los brazos del Padre. Él te levantará, te sostendrá y te dará la paz que sobrepasa todo entendimiento. Recuerda que el Señor salva al pueblo afligido y se deleita en mostrar misericordia a los que confían en Él. Aun cuando todo parezca oscuro, el amanecer llegará, porque Dios es fiel y jamás abandona a los que en Él esperan.

Reflexión final: La aflicción no es el final, sino una etapa en la que Dios trabaja en nuestra vida para mostrarnos su amor, su poder y su fidelidad. No importa cuán grande sea la prueba, confía en que el Señor te levantará. El camino de los malos parece próspero, pero su fin es destrucción; el camino del justo puede ser duro, pero su final es vida eterna. Mantén tu fe firme y recuerda que el Dios que libró a David, que fortaleció a José y que acompañó a Pablo, también está contigo hoy.

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