El Señor no tendrá por inocente al culpable

Un atributo propio de Dios es la misericordia. Para Dios no es difícil el practicar la misericordia, en cambio, nosotros de por sí no podemos sentir misericordia a menos que el Señor ponga tal cosa en nuestro corazón. Por otro lado, hay quienes pierden la paciencia con mucha facilidad, pero nuestro Dios no es así, Él es tardo para la ira y grande en poder.

Pero hay algo importante que entender, no solo la misericordia es un atributo de Dios, sino también la ira, pero no humanamente como nosotros, sino en el sentido de que aunque Dios sea tardo para la ira, también castiga en el momento que Él crea correspondiente. Dios es todo amor, pero también muestra su ira sobre los hijos de maldad. La Biblia dice:

Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies.

Nahúm 1:3

Este versículo es muestra de ello, mostrando atributos de Dios como la misericordia, la ira, Su poderío y Su perfecto juicio sobre los hombres. El verso continúa mostrándonos a un Dios sobrenatural, poniendo los fenómenos naturales como cosas frágiles delante de Él. Las tempestades, los torbellinos, las nubes, todo lo que para el hombre es imponente y aterrador, para Dios es como polvo de Sus pies. Esto nos enseña que no hay nada en el universo que esté fuera de Su control ni que escape de Su soberanía.

La misericordia y la justicia de Dios

Uno de los errores más comunes en nuestro tiempo es pensar que Dios es solo amor, y que por lo tanto no juzgará jamás a los hombres. Pero la Escritura es clara: así como Dios es infinito en misericordia, también lo es en justicia. Él no dejará por inocente al culpable. Su paciencia y Su tardanza en la ira no significan indiferencia, sino oportunidad de arrepentimiento. Es un Dios que espera con brazos abiertos, pero que no pasará por alto la maldad para siempre.

El apóstol Pedro lo explica de forma maravillosa: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Aquí vemos la perfecta armonía entre misericordia y justicia: Dios espera, da tiempo, ofrece gracia, pero llegará el momento en que Su juicio será ejecutado.

Cristo, la expresión suprema de misericordia

Siendo nosotros culpables y merecedores de la ira divina, Cristo tomó nuestro lugar. Él cargó sobre sí el castigo que nosotros merecíamos, y de esa manera la justicia de Dios fue satisfecha y Su misericordia manifestada. En la cruz se unieron estos dos atributos: el amor que entrega al Hijo por nosotros, y la justicia que derrama el castigo sobre Él en vez de sobre nosotros. El profeta Isaías lo había anunciado siglos antes: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).

De esta manera, el Evangelio nos recuerda que nuestra salvación no es barata, ni fruto de un simple olvido divino, sino el resultado de la obra perfecta de Cristo. Ahora podemos vivir bajo la gracia, disfrutando de la misericordia de Dios sin olvidar que un día cada uno dará cuentas delante de Su trono.

Aplicación para nuestra vida

Amado hermano, entender estos atributos de Dios debe llevarnos a dos reacciones: gratitud y temor reverente. Gratitud porque, a pesar de ser culpables, hemos recibido misericordia en Cristo Jesús. Y temor reverente porque no podemos tomar Su paciencia como licencia para pecar, sino como oportunidad para vivir en santidad. El apóstol Pablo pregunta en Romanos 2:4: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”.

Por lo tanto, aprendamos de nuestro Dios. Así como Él es tardo para la ira, nosotros también debemos aprender a ser pacientes, misericordiosos, prontos para perdonar. Que nuestras palabras y nuestras acciones reflejen la bondad de Dios, sabiendo que el mundo necesita ver la misericordia divina en nuestra vida diaria. Y al mismo tiempo, seamos conscientes de que un día daremos cuentas, y que solo en Cristo podemos estar seguros ante el justo Juez.

Vivamos entonces confiados en Su misericordia, pero responsables delante de Su justicia. Recordemos siempre: Dios es amor, pero también es fuego consumidor. Acerquémonos a Él con un corazón humilde, arrepentido y lleno de fe, sabiendo que Su misericordia es nueva cada mañana, pero que Su justicia es firme y eterna. Amén.

Andemos según sus mandamientos
Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre