Debido a los errores cometidos por el pueblo de Israel, El Señor hacía silencio en ellos, y ellos pagaban por todos sus errores.
El Señor siempre quería darle una enseñanza al pueblo, porque solo el pueblo buscaba al Dios Todopoderoso cuando tenía problemas, cuando la voz de Dios se apartaba de ellos.
Esta es una oración de Jeremías hacia Dios, para que Él se acordara del pueblo, de las calamidades que estaba pasando el pueblo, por los problemas que estaba atravesando.
Podemos ver que el profeta hace un reconociendo tremendo al mencionar estas características en cuanto al Señor se refería, palabras sobre la naturaleza divina, eterna e inmutable de Dios. Su reino es grande, es eterno y perdura por los siglos de los siglos.
Pero, recordemos muy claro que nuestro Dios no cambia. Él es el mismo de ayer, hoy y por toda la eternidad. El verso que vamos a leer a continuación nos habla estas fieles palabras que dijo Jeremías:
Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre; Tu trono de generación en generación.
Lamentaciones 5:19
Tenemos que tener claro que nuestro Dios es grande y Su reino perdura para siempre, no se acaba, Él siempre será, Su poder y majestad es inmensa y Su gloria interminable.
La pregunta es ¿Te has olvidado de nuestro Señor? Bueno, por lo que estaba pasando allí, el profeta también pudo haberse hecho esa pregunta y hasta el pueblo. Pero no era así, viendo otro punto de vista, pues podemos decir que si Dios los hubiese dejado por completo, habían parecido, ya que sabemos que muchos estaban contra este pueblo de Dios.
Él es Dios de hoy, es el mismo de ayer, y Su reino permanece para siempre.
El silencio de Dios como enseñanza
Cuando analizamos el contexto de Lamentaciones, comprendemos que Dios permitió el sufrimiento del pueblo no porque se hubiera olvidado de ellos, sino porque los estaba corrigiendo. El silencio de Dios en ocasiones no significa abandono, sino una pausa para que reflexionemos en nuestros caminos. Muchas veces nosotros también sentimos que Dios calla, pero ese silencio puede ser una herramienta de disciplina y de crecimiento espiritual.
El pueblo de Israel recurría a Dios solamente cuando las circunstancias eran difíciles, y eso es un reflejo de lo que ocurre hoy en día. Muchos buscan a Dios solo en medio de la enfermedad, de los problemas económicos, de los conflictos familiares, pero cuando todo parece estar bien, se olvidan de orar, de leer la Palabra y de tener una relación diaria con Él. La enseñanza aquí es clara: Dios desea que le busquemos en todo momento, no solamente en la adversidad.
Un Dios que permanece para siempre
Jeremías reconoció que, a pesar del sufrimiento, Dios seguía siendo el mismo, un Rey eterno cuyo trono permanece de generación en generación. Esa declaración nos da esperanza, porque nos recuerda que las promesas de Dios no cambian. El mismo que libró a Israel de Egipto, el que sostuvo a David en la batalla, el que guardó a Daniel en el foso de los leones, es el mismo que está con nosotros hoy. Él no cambia con el tiempo ni con las circunstancias.
El apóstol Santiago reafirma esto al decir: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). Esto significa que, aunque el mundo cambie, aunque nuestra vida tenga altos y bajos, Dios sigue siendo fiel y digno de confianza.
Reflexión final
Querido hermano, no olvidemos que las dificultades que atravesamos no significan que Dios nos haya dejado solos. Tal como ocurrió con Israel, muchas veces nuestras propias decisiones nos llevan a la aflicción, pero aún en medio de ese proceso Dios permanece. Su silencio puede ser un llamado al arrepentimiento, una oportunidad para examinar nuestro corazón y volvernos a Él con sinceridad.
Hoy, más que nunca, necesitamos meditar en esta verdad: “Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre”. Todo en esta vida es pasajero: las riquezas, la fama, los reinos humanos, incluso el dolor. Pero el Señor es eterno. Su misericordia no tiene fin y Su amor es inagotable. Que podamos aprender de Israel y no esperar a que todo se derrumbe para buscarle. Que cada día, en la abundancia o en la escasez, en la alegría o en la tristeza, podamos recordar que nuestro Dios sigue en Su trono, reinando con poder y gloria por los siglos de los siglos. Amén.