A los que le temen a Dios les irá bien

La Biblia nos enseña acerca de la sabiduría que hay en la misma, nos da luz para que podamos seguir accionando delante del Señor, caminando bajo Sus estatutos, tomando los buenos consejos que cada día están frente a nuestros ojos.

Las obras de los malos hacen que sus días sean cortos, hacen que sean avergonzados, sus malas obras caen como hoja una seca cae de un árbol, pero la obra del hombre justo y que hace el bien, que camina conforme a la voluntad de Dios, ésta florece y sus hojas se mantienen verdes, y sus días son largos bajo el cuidado y la misericordia de Dios.

Siempre habrá una diferencia del hombre que hace maldad y que no teme al Dios todopoderoso, al hombre cuyo temor hacia Dios es fuerte, es bienaventurado, es sabio y toma los consejos del Señor, los practica y los guarda en su corazón.

12 Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue sus días, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia;
13 y que no le irá bien al impío, ni le serán prolongados los días, que son como sombra; por cuanto no teme delante de la presencia de Dios.

Eclesiastés 8:12-13

Ciertamente podemos ver lo que el sabio Salomón podía ver en su reinado, este hombre podía ver cómo los días de los hombres impíos se terminaban, pero también podía ver que sus obras también eran olvidadas. Podemos notar la diferencia. ¿Donde?

El hombre sabio y temeroso de Dios, es bendecido por sus buenas obras, por eso la protección y amor de Dios están sobre todos ellos, y sus obras son reconocidas de tiempos en tiempos.

Reflexión final

El contraste que presenta Salomón en Eclesiastés sigue siendo vigente en nuestros días. El hombre que vive apartado de Dios puede parecer próspero por un tiempo, incluso puede aparentar que nada le falta y que sus planes marchan bien, pero su vida es como una sombra pasajera. Sus días, aunque parezcan prolongados, carecen de propósito y de valor eterno. En cambio, aquel que teme al Señor y guarda sus mandamientos vive bajo un fundamento sólido, y aunque enfrente pruebas y dificultades, sabe que su vida está en las manos de un Dios justo que premia la fidelidad.

Temer al Señor no es vivir bajo miedo, sino bajo reverencia, con respeto profundo y obediencia a Su Palabra. Es reconocer que sin Dios nada somos, y que la verdadera sabiduría proviene de Él. Quien aprende a caminar bajo este temor reverente obtiene paz, gozo y dirección, porque se alinea a la voluntad divina. Y esa diferencia se nota en los frutos que produce: el justo deja un legado, sus obras son recordadas y su vida impacta a las generaciones futuras.

La Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que temieron a Dios y fueron prosperados en todo lo que hacían, no necesariamente en riquezas materiales, sino en paz, gozo y bendición espiritual. Abraham, Moisés, David y muchos otros vieron la mano de Dios obrar en sus vidas porque eligieron obedecer y confiar. En contraste, los reyes que se levantaron en orgullo y se apartaron del Señor terminaron en ruina y vergüenza.

Por eso, amados, no nos dejemos engañar por la aparente prosperidad del impío. Aunque florezca por un momento, su fin es desarraigo y olvido. En cambio, los que temen al Señor serán como árboles plantados junto a corrientes de aguas, que dan su fruto a su tiempo y cuya hoja no cae (Salmo 1:3). Esa es la promesa para los que confían en el Señor y permanecen firmes en Su Palabra.

Hoy es un buen día para reflexionar en qué camino estamos andando. ¿Estamos viviendo como aquellos que solo buscan placer y satisfacción momentánea, o estamos caminando en el temor del Señor, obedeciendo Su Palabra y buscando hacer Su voluntad? Recordemos que la vida del impío es como la sombra que pronto se desvanece, pero el justo permanecerá bajo la gracia y la misericordia de Dios.

Así que, perseveremos en el temor de Dios, atesoremos Su Palabra en nuestro corazón y vivamos de manera que nuestras obras sean un testimonio de fe y obediencia. Porque al final, no se trata de cuántos días vivamos, sino de cómo los vivimos delante del Señor. Y el mayor galardón será escuchar un día Su voz diciendo: «Bien, buen siervo y fiel… entra en el gozo de tu Señor» (Mateo 25:23).

Cuidaos de los engañadores
Persiste en lo que has aprendido