Un día darás cuentas a Dios

Hermanos en Cristo Jesús, no nos olvidemos que todo lo que está ante el Señor, es supervisado por Él, y que un día daremos cuenta delante de Él por nuestras obras.

Todo fue creado por nuestro Dios, todas las cosas están delante de Su presencia, son manifiestas, Él es Dios y nada se le escapa de Sus enrome manos.

Seamos diligentes en todas las cosas que hagamos, andemos bajo Su voluntad divina, actuemos con honra delante de Dios, nadie está por encima de nuestro Dios. Él es el Señor y está sobre todas las cosas.

El libro de Hebreos nos muestra una lectura que nos habla de que ninguna cosa puede estar oculta ante los ojos de Dios, más bien están siempre al desnudo.

Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.

Hebreos 4:13

El autor de este libro nos habla claramente sobre la acciones que tomamos en nuestras vidas, a veces nos hacemos personas ignorantes y pensando que Dios no está mirando nada de las obras que hacemos, pues en verdad estamos muy equivocados. Dios, nuestro Creador, está cada día atento a las obras que hacemos, por lo cual seremos llamados ante Su gran trono para dar cuenta de nuestros actos.

Claramente el autor nos enseña acerca de estas cosas, diciéndonos que la palabra del Señor, es una espada cortante de doble filo, está ahí para ayudarnos, para que podamos hacer las cosas correctas delante de Dios, Su palabra nos conduce a andar bien y con sabiduría delante de Dios.

Querido lector, es importante recordar que lo que hacemos en lo secreto también está bajo la mirada de Dios. Muchas veces pensamos que nuestras intenciones, pensamientos y deseos más ocultos no serán descubiertos, pero la verdad es que Dios conoce nuestro corazón mejor que nosotros mismos. Él no solo juzga lo exterior, sino también las motivaciones internas que nos mueven a actuar.

Por eso la vida cristiana es una vida de integridad. Ser íntegro significa ser el mismo en público y en privado, actuar con rectitud en todo momento, sabiendo que Dios ve hasta lo que nadie más puede ver. Esto nos motiva a ser sinceros, a caminar en la verdad y a vivir una fe auténtica que no dependa de la aprobación de los hombres, sino del agrado de Dios.

El apóstol Pablo también escribió acerca de la responsabilidad que tenemos delante de nuestro Señor cuando dijo: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10). Esta verdad debe despertar en nosotros una profunda reflexión: ¿cómo estoy administrando mi tiempo, mis talentos y los recursos que Dios me ha dado?

Otro aspecto a considerar es que las pruebas y tentaciones también forman parte de ese escenario donde Dios observa nuestras decisiones. Cuando elegimos hacer el bien, aunque nos cueste, estamos mostrando obediencia y amor hacia nuestro Señor. Cada elección correcta, aunque sea pequeña, es vista por Él y tendrá su recompensa.

De la misma manera, cuando caemos o fallamos, no debemos olvidar que nuestro Dios también es misericordioso y nos da la oportunidad de arrepentirnos y volver a levantarnos. La gracia de Cristo está disponible para todo aquel que reconoce sus errores y busca perdón. Por eso, no debemos ver este llamado a rendir cuentas solo como una amenaza, sino también como una oportunidad para vivir en santidad y en comunión constante con Aquel que nos ama.

Además, la Palabra de Dios no solo revela nuestras fallas, sino que también nos guía a vivir con propósito. Es como un espejo que nos muestra quiénes somos y nos ayuda a corregir lo que está mal. Si permitimos que la Palabra penetre en nuestro corazón, seremos transformados en hombres y mujeres íntegros que glorifican a Dios en todo momento.

Por lo tanto, hermanos, mantengamos siempre presente que nuestras vidas son un libro abierto delante de Dios. Nada está oculto para Él, ni siquiera aquello que hemos tratado de esconder. Aprovechemos el tiempo que tenemos hoy para caminar rectamente, obedecer Su voz y ser fieles en todo lo que hacemos.

En conclusión, el llamado de Hebreos 4:13 es claro: un día daremos cuentas al Señor de cada palabra, cada acción y cada pensamiento. Vivamos, entonces, con temor reverente, con fe genuina y con la certeza de que servir a Dios con un corazón limpio es la mayor recompensa. Que cada paso que demos refleje nuestra entrega a Cristo, sabiendo que nada de lo que hacemos pasa inadvertido ante Sus ojos.

Prosigo a la meta
Dios reprende y castiga a los que ama