Está más que claro que ante las luchas y las adversidades que vienen a nuestras vidas, tendemos a desmayar, nuestras vidas comienzan decaer poco a poco. Pero algo muy importante que debes saber, es que Dios esta y estará contigo como poderoso gigante.
De tiempo en tiempo sufrimos diversos ataques de parte del enemigo, recordemos que nuestras luchas no son carnales, más bien contra espíritus malignos enviados por satanás para hacernos la guerra y hacer que desmayemos delante de nuestro Dios.
Es por eso hermanos que debemos estar siempre firmes contra toda acechanza, contra todo lo que está en contra de la divina voluntad de nuestro Dios.
Por eso nos encontramos con unas palabras alentadoras, que nos hacen recapacitar, seguir en pie de batalla y a no desmayar ante cualquier dificultad:
Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.
2 Corintios 4:16
Estas son palabras que deben a alentarnos a seguir hacia adelante en pie de lucha a pesar de los fuertes ataques que recibimos del enemigo. Más aún debemos seguir firmes con la ayuda de nuestro Dios, pues esta lucha no es para siempre, pues el apóstol dice claramente en el versículo 17 «esta leve tribulación momentánea», dándonos a entender que esto no se compara con la eternidad de eternidades que viviremos al lado de nuestro Señor Jesucristo.
«No desmayemos». Debemos guardar siempre estas palabras en nuestro corazón. Que podamos resistir ante los tropiezos que se nos puedan presentar en este Camino del Señor. Que con paciencia y sabiduría del Señor al igual que Pablo podamos soportar las pruebas y aflicciones que lleguen a nuestras vidas. Pidámosle al Señor que nos provea de esa paciencia, fuerza y sabiduría que necesitamos para seguir batallando hasta que Él venga por Su iglesia.
Cuando analizamos estas palabras, vemos que Pablo no estaba hablando desde la comodidad, sino desde la experiencia de un hombre que había pasado hambre, persecuciones, cárceles y peligros. Sin embargo, en medio de todo, nunca perdió la fe, porque sabía que su fortaleza no estaba en sí mismo, sino en Cristo. Ese mismo principio se aplica a nosotros: no importa qué tan grandes sean nuestras dificultades, la presencia de Dios siempre nos renueva día tras día.
El enemigo busca cansarnos, hacernos sentir que no vale la pena seguir. Quiere que pensemos que nuestra lucha es inútil, que la oración no tiene poder y que nuestra fe no cambiará las circunstancias. Pero la verdad es otra: cada oración llega al cielo, cada lágrima es vista por Dios, y cada paso de fe nos acerca más a la victoria. Por eso debemos recordar que la batalla más grande ya fue ganada en la cruz del Calvario, y en Cristo tenemos asegurada la victoria.
Podemos ver este principio en la vida de Job. A pesar de perder todo, él declaró con firmeza: «Jehová dio y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito». Su confianza no dependía de lo que veía, sino de la fe que tenía en un Dios soberano y justo. Así también nosotros debemos mantenernos firmes, confiando en que después de la prueba viene la recompensa.
De igual manera, Jesús nos enseñó en Juan 16:33 que en el mundo tendríamos aflicciones, pero que debíamos confiar porque Él ha vencido al mundo. Esto nos muestra que el sufrimiento es parte de la vida cristiana, pero no es el final de la historia. La victoria de Cristo es también nuestra victoria, y eso debe darnos esperanza y fuerza cada día.
Hermanos, si hoy te sientes cansado o al borde de desmayar, levanta tu mirada al cielo y recuerda que no estás solo. El Espíritu Santo está contigo para fortalecerte, para renovar tu mente y tu corazón, y para recordarte que aún en tu debilidad, el poder de Dios se perfecciona. Cada prueba es una oportunidad para crecer en la fe y ver la gloria de Dios manifestada en tu vida.
No desmayemos, sino sigamos firmes en la esperanza eterna que tenemos en Cristo. La tribulación pasará, el dolor se irá, pero la recompensa que Dios ha prometido a los que le aman es eterna y gloriosa. Que cada día podamos decir con el apóstol: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece».