Esto recibe el que es humilde y teme al Señor

La humildad es una de las virtudes más hermosas que puede tener un ser humano, porque nos recuerda que todo lo que somos y lo que tenemos proviene de Dios. En un mundo donde muchos se esfuerzan por aparentar grandeza, por alcanzar posiciones y por recibir reconocimiento humano, la Palabra de Dios nos invita a ser diferentes: a vivir con sencillez, con un corazón humilde que reconoce su dependencia del Creador.

Los humildes se mantienen buscando al Señor, no importa el nivel académico o el nivel económico que hayas alcanzado, la humildad es lo que te hace estar más cerca de nuestro Dios.

Muy claro nos dice la Biblia que el Señor mira al altivo de lejos, mas al humilde lo mira de cerca. En esto debemos enfocarnos, en que las personas que no tienen humildad buscan siempre amar las cosas terrenales más que las cosas que vienen de Dios.

Pero buenas noticias tiene Dios para todos aquellos que siguen Sus enseñanzas, aquellos que mantienen la humildad en su corazón. El libro de proverbios nos habla lo siguiente sobre la recompensa que reciben aquellos que son humildes:

Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová.

Proverbios 22:4

Las personas que andan bajo el temor de Dios y la humildad, pues tienen sabiduría del Señor, actúan con grande obediencia, por eso su vida es diferente de aquellos que no poseen humildad.

El proverbista es claro en estas cosas que expresa, esta es prácticamente un reflejo de la humildad que él poseía delante de Dios, el ser humilde es una honra y vida para el ser humano, porque las personas humildes obtienen bendiciones, sabiduría y honra, y la misericordia de Dios estará siempre con ellos.

La Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que alcanzaron grandezas por la gracia de Dios, y todos ellos fueron exaltados después de mostrar corazones humildes. Pensemos en Moisés, quien fue llamado el hombre más manso sobre la tierra. Aunque Dios lo usó para liberar al pueblo de Israel, nunca se engrandeció a sí mismo, sino que dependía totalmente de la guía divina. También podemos recordar a David, quien a pesar de ser rey, reconocía que su fuerza y su victoria venían de Dios, y en sus salmos se muestra siempre como un siervo delante del Señor.

Nuestro Señor Jesucristo mismo nos enseñó con Su ejemplo lo que significa ser verdaderamente humilde. Filipenses 2:5-8 nos recuerda que Jesús, siendo Dios, se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Esa es la mayor muestra de humildad que el mundo ha conocido, y es el modelo que debemos seguir. Si el Hijo de Dios se humilló para servirnos, ¿cómo no vamos nosotros a vivir con un corazón sencillo y agradecido?

La humildad no es sinónimo de debilidad, sino de grandeza espiritual. Una persona humilde no necesita imponerse a los demás, porque sabe que su identidad está en Dios. Además, la humildad nos protege del orgullo, ese pecado que destruye relaciones y que nos aleja de la voluntad divina. El humilde, en cambio, reconoce sus limitaciones, pide perdón cuando falla y sabe que depende cada día del Señor.

En la vida práctica, la humildad se manifiesta en nuestras relaciones con los demás: saber escuchar, servir con amor, valorar lo que otros aportan y no creerse superior. En la familia, la humildad une a los esposos, da paz en los hogares y enseña a los hijos el verdadero temor de Dios. En la iglesia, la humildad hace que podamos trabajar en unidad, sin competencia ni envidia, recordando que todos servimos a un mismo Señor.

Querido lector, pide al Señor cada día que te dé un corazón humilde. No permitas que el orgullo te aparte de Sus caminos, porque la Palabra dice claramente que Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes (Santiago 4:6). La humildad abre las puertas de las bendiciones divinas, nos acerca al trono de la gracia y nos prepara para recibir honra y vida eterna.

Conclusión: La humildad es un tesoro que vale más que cualquier riqueza material. Dios promete riquezas, honra y vida a los que viven en humildad y en el temor de Su nombre. Es tiempo de examinar nuestro corazón y aprender de Cristo, que dijo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29). Vivamos así, con sencillez y amor, y veremos cómo la misericordia del Señor nos acompaña todos los días de nuestra vida.

Velad, estad firmes, esforzaos
Bendice a Dios y no olvides Sus beneficios