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Si Dios nos ha amado así, debemos amarnos unos a otros

Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros

Amados hermanos en Cristo Jesús, amémonos unos a otros en el amor eterno de nuestro Señor Jesús, ya que Su amor es inagotable, Dios nos amó por encima de todas las cosas, pues entregó Su hijo en sacrificio por amor a nosotros.

El amor de Dios es tan grande, que nos hace recapacitar, nos hace creer y hacer las cosas bien cada día, es un amor que cuando llega a nuestro corazones, pues cambia nuestro lamento en baile. Este es el verdadero amor de nuestro amado Cristo.

Amemos a nuestro prójimo, amémosle porque nuestro Señor también nos ama con amor eterno, no dudemos de lo que puede hacer el amor de Cristo, que si alguien te faltó y Tú no conocías al Señor, entonces después que tienes el encuentro con nuestro Rey amado todas las cosas cambian porque Su amor te alumbró, te abrió camino para que puedas perdonar y amar en el amor de Cristo.

En el capítulo cuatro de la primera carta del apóstol Juan encontramos lo siguiente sobre el amor de nuestro Dios y el valor que debemos darle:

Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.

1 Juan 4:11

Es bueno que apreciemos este tan grande sacrificio que hizo el Padre por toda la humanidad, de enviar a Su hijo para ser sacrificado por nuestros pecados, por eso debemos valorar este hecho maravilloso.

Este sacrificio que podemos definir no solo por la muerte de Cristo, sino que mucho antes de la creación, pues ya Dios nos había amado primero, es tan grande Su amor que sobrepasa todos los límites.

Amémonos unos a otros, porque el amor del Padre es grande, y Su amor es sobre todo, cambia, transforma, liberta, y nos llena de alegría.

Reflexión final

El mensaje del apóstol Juan es claro y directo: si Dios nos ha amado con un amor eterno e incomprensible, nuestra respuesta natural debe ser amarnos los unos a los otros. No se trata de un amor superficial ni condicionado, sino de un amor que nace en el corazón de Cristo y que se manifiesta en actos de servicio, perdón y compasión. Amar a los demás no siempre será fácil, especialmente cuando hemos sido heridos, pero es precisamente allí donde el amor de Dios nos capacita para superar nuestro orgullo y extender la gracia que un día recibimos.

El amor cristiano no es solo un sentimiento, sino una decisión diaria de reflejar a Cristo en nuestras relaciones. Esto significa tratar al prójimo con paciencia, hablar con palabras que edifiquen y estar dispuestos a dar sin esperar nada a cambio. Cuando la iglesia practica este amor verdadero, se convierte en un testimonio vivo ante un mundo lleno de odio y egoísmo. El amor fraternal es la marca distintiva de los hijos de Dios.

Además, debemos recordar que el amor de Dios no se agota, sino que se renueva cada mañana. Por eso, aunque nuestras fuerzas sean limitadas, podemos pedir al Señor que nos llene de Su Espíritu para amar como Él nos amó. Jesús mismo dijo que en esto conocerán que somos Sus discípulos: si nos amamos los unos a los otros. No hay mejor manera de mostrar el evangelio que con un corazón lleno de amor sincero.

Así que, amados hermanos, procuremos vivir cada día bajo este mandamiento. Amemos no solo de palabra, sino con hechos; no solo a quienes nos aman, sino también a los que nos han ofendido; no solo en los momentos fáciles, sino también en los difíciles. Que el amor de Cristo sea la base de nuestras familias, iglesias y comunidades, porque allí donde reina Su amor, también reina la paz, la unidad y la esperanza.

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