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La gloria no es para nosotros sino para Dios

No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria, Por tu misericordia, por tu verdad

Siempre que hacemos algo, debemos hacerlo para la gloria de Dios. Recordemos que nuestro Dios es merecedor de toda gloria y honra.

Sean canciones u obras, o que hayamos recibido algún tipo de milagro de nuestro Dios, todo debemos atribuirlo a la gloria de nuestro Dios, por eso por encima de todo, alabemos a Dios por todas las alturas. Los dioses de madera y piedra creados por los humanos no están por encima de la gloria y majestad de nuestro poderoso Dios.

En caso de que muchos no quieran reconocer la gloria de Dios, nuestro mismo Dios nos hará a entender que toda la gloria es para Él. Muchos no han entendido que por más que ellos adoren a otros Dios, ningún Dios está por encima del más grande y sublime que es nuestro Dios, no hagamos casos a otros «dioses» que no pueden hacer nada.

Toda la gloria, todo imperio y majestad, toda potestad, están en el glorioso nombre de nuestro Dios. Alabémosle para siempre. Leyendo el salmo 115:1, podemos ver el cántico y lo que dice el autor sobre la adoración y a exaltación al único Dios poderoso.

No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria, Por tu misericordia, por tu verdad.

Salmos 115:1

No nos gloriemos nosotros mismos, no actuemos como que somos protegidos por nosotros mismos, no pensemos que todo lo que hagamos es para gloriarnos en gran manera.

La gloria es de Dios y solo para Él, toda rodilla se doble delante de Él, alabando y dando toda exaltación solo a nuestro Dios. Quién es como nuestro Dios, grande en misericordia, seamos reconocedores de lo verdadero, del poder y majestad que habitan en Él.

Reflexión final

Este salmo nos recuerda algo fundamental: la vida del creyente no puede girar en torno al ego ni a la autoexaltación. Todo lo que hacemos, todo lo que recibimos y todo lo que alcanzamos, debe volver como ofrenda de gratitud a Dios. Cuando nos atribuimos la gloria, nos engañamos pensando que nuestras fuerzas o talentos son la causa principal de nuestras victorias. Sin embargo, la Palabra nos enseña que todo proviene del Señor: “Porque de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos” (Romanos 11:36).

En un mundo donde la gente busca reconocimiento y fama, el creyente está llamado a ser diferente. La gloria no nos pertenece, sino que debemos reflejarla hacia el Creador. Cada vez que cantamos, trabajamos, servimos o bendecimos a otros, nuestro propósito debe ser que Dios sea glorificado. Esto nos ayuda a mantener un corazón humilde y agradecido, recordando que somos instrumentos en Sus manos.

Dar gloria a Dios también significa reconocer Su verdad y Su misericordia. No somos perfectos, fallamos muchas veces, pero Su misericordia nos sostiene. Al darle gloria a Dios, proclamamos que Él es fiel, justo y digno de toda alabanza. Además, vivimos como testimonio ante los demás, mostrando que dependemos de Él en todo momento.

Por eso, amados hermanos, vivamos cada día conscientes de este llamado: que cada palabra, cada acción y cada pensamiento estén orientados a honrar al Señor. Cuando los hombres vean nuestras buenas obras, como dijo Jesús en Mateo 5:16, glorificarán a nuestro Padre que está en los cielos. Esa es la meta de nuestra vida cristiana: ser un reflejo de la gloria de Dios en la tierra.

Que al final de nuestros días, se pueda decir de nosotros que no buscamos nuestra propia gloria, sino que vivimos para exaltar a Cristo en todo. Hagamos nuestras las palabras del salmista: “No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria”. Porque Él es digno, porque Él es santo, y porque solo en Él hay vida eterna.

Cómo ser un verdadero discípulo de Cristo
Sí, vengo pronto. Amén
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