Hay un solo Dios

En los cielos, en la tierra y en todo lugar tenemos un solo Dios que es poderoso, que merece la gloria, la alabanza y todo imperio y majestad. Todo es para Él, nuestro Dios es grande y fuerte.

¿A quién más daremos la gloria sino a nuestro Dios? Todas nuestras adoraciones, toda mención, deben ser siempre para nuestro Dios y salvador, un Dios que nos libra y nos ayuda todos los días de nuestras vidas, Él merece que día tras día podamos alabar Su nombre porque Él es bueno, Él es santo y poderoso. Su gran poder no se desvanece, Él es quien vive y reina por los siglos de los siglos.

¿Quién como nuestro Dios? ¿Quién hace que la tierra se estremezca? ¿Acaso no es Dios el autor de todas estas cosas, por eso alaben al Señor todos los pueblos, tribus y naciones, alábenle por todas las alturas, exalten Su Santo y glorioso nombre.

5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,

6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

1 Timoteo 2:5-6

A veces el hombre no entendía el sacrificio tan grande que se había hecho aquí, en cuanto a la crucifixión de nuestro Señor, Él dándose así mismo para salvación de nuestros pecados. Dios se entregó por toda la humanidad, para darnos vida y no cualquier vida, sino que esta es por la eternidad.

Nos rescató, nos trajo libertad, por eso demos gracias y alabemos Su nombre, porque Él es nuestro único Dios y no hay otro como Él. Él es Dios en la tierra, en los cielos, y debajo de la tierra.

Reflexión final

Este pasaje de 1 Timoteo nos recuerda algo esencial: no hay varios caminos hacia Dios, sino uno solo, y ese camino es Cristo Jesús. En una sociedad donde muchas veces se promueve la idea de que todas las religiones conducen al mismo destino, la Biblia nos habla con claridad: hay un solo Dios, y un único mediador. No hay sustituto ni reemplazo para la obra redentora de Cristo en la cruz.

Esa verdad debería llevarnos a vivir con gratitud constante. El mismo Dios que creó los cielos y la tierra, se humilló hasta hacerse hombre, soportó la cruz y venció la muerte para darnos vida eterna. ¿Cómo no alabarle y darle la gloria? Reconocer a Cristo como nuestro mediador no es solo un conocimiento teológico, sino una verdad que transforma cada área de nuestra vida: nuestra manera de orar, de relacionarnos con los demás y de enfrentar las pruebas.

Por eso, nuestra respuesta debe ser adoración sincera y obediencia fiel. Cuando levantamos nuestras manos en alabanza, estamos declarando que Él es el único digno. Cuando servimos a nuestro prójimo con amor, estamos reflejando Su carácter en la tierra. Cuando decidimos confiar en Él en medio de la adversidad, estamos demostrando que creemos en Su poder y en Su fidelidad.

Hermanos, no olvidemos que todo lo que tenemos y somos pertenece a Dios. Él es nuestra fortaleza, nuestro refugio y nuestra esperanza. Vivamos cada día reconociendo Su señorío, proclamando con nuestras vidas que no hay otro Dios fuera de Él. Que nuestra adoración no se quede solo en palabras, sino que se traduzca en una vida rendida a Cristo, el único mediador y salvador de la humanidad.

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