Me he refugiado en Ti Señor

La oración de un justo siempre deber basarse en la voluntad divina de nuestro Dios, dando gracias porque en medio de todas dificultades El Señor es nuestro refugio. Dios siempre va de la mano con el justo, de día y de noche nos sostiene.

Hermanos, refugiémonos todos en el Señor, porque este es nuestro verdadero refugio, nuestro buen pastor, como dice el salmista David, en nadie más podemos encontrar paz y refugio, ya que no hay uno como Él. Su sustento nos alcanza cada día.

Creamos al Señor todos los días, no escuchemos voces negativas que cada día nos dicen que no hay refugio para la vida de aquel que está en los caminos del Señor. El libro de los salmos capítulo 71 nos habla acerca del refugio del Señor:

En ti, oh Jehová, me he refugiado; No sea yo avergonzado jamás.

Salmos 71:1

En este salmo podemos ver la fe del salmista David, desde su inicio vemos su enorme confianza en el Señor, nada podía detener a este hombre.

La situaciones que podía pasar este hombre no le hacían desmayar, este hombre sabía que Dios nunca lo abandonaría, sino que vendría en su socorro.

El salmista aun estando viejo, tenia su fe y su confianza plena en El Señor, tanto que dice claramente en el versículo citado: «Señor, en Ti me he refugiado», dando a entender que no importaba la viejo que él fuera, porque con todo todavía seguía creyendo en el Señor hasta su último día.

De igual manera nosotros, en este tiempo, debemos comprender que el refugio que encontramos en Dios no depende de la edad, de la condición social o de las circunstancias que atravesemos. El Señor es el mismo ayer, hoy y por los siglos, y quien deposita su confianza en Él jamás será defraudado. David enfrentó persecuciones, guerras, traiciones y momentos de soledad, pero siempre hallaba descanso en la presencia del Altísimo.

Refugiarnos en el Señor implica aprender a descansar en Su Palabra, a obedecer Sus mandamientos y a creer que Sus promesas se cumplirán en nuestras vidas. No es solamente una declaración de labios, sino una confianza genuina del corazón que nos permite caminar seguros aun en medio de los valles más oscuros. Jesús mismo dijo que el que edifica su vida sobre la roca permanecerá firme cuando soplen los vientos y caigan las lluvias (Mateo 7:24-25). Esa roca es Cristo, nuestro verdadero refugio.

Cuántas veces hemos buscado refugio en personas, en bienes materiales o en nuestra propia fuerza, y con el tiempo nos damos cuenta de que todo eso es pasajero y limitado. Solo Dios es eterno, solo Él permanece fiel cuando todo lo demás se derrumba. El apóstol Pablo también afirmaba: “Sé en quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12). Esa convicción nos debe acompañar día y noche.

Refugiarse en Dios es también un acto de humildad, porque reconocemos que somos débiles y que necesitamos de Su ayuda. El ser humano tiende a querer controlar todo, pero tarde o temprano las pruebas nos muestran que sin Dios nada podemos hacer. Al refugiarnos en Él recibimos paz, fortaleza, esperanza y dirección en medio de la tormenta.

Querido lector, si hoy te encuentras en medio de la dificultad, no dudes en clamar al Señor. Así como lo hizo David, declara con fe: “En Ti, oh Jehová, me he refugiado”. Esa oración sincera abre los cielos y atrae el socorro divino. El Señor escucha al justo y nunca lo deja en vergüenza. Él es tu amparo y tu fortaleza, tu pronto auxilio en las tribulaciones.

En conclusión, el mejor lugar para estar es bajo la cobertura de nuestro Dios. No importa cuán grandes sean los problemas, siempre tendremos refugio en el Altísimo. Sigamos confiando como lo hizo David, perseverando en la fe hasta el último día, sabiendo que el Señor nunca nos desamparará. Él es fiel y verdadero, y en Su presencia siempre encontraremos descanso, seguridad y salvación.

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