Mi Dios, aquí estoy delante de Ti, Te pido que me ayudes, que siempre pongas en mí esa armadura que me ayudará en los momentos que el enemigo venga a hacerme la guerra, por eso vengo delante de Ti en oración, mi confianza en Ti es grande y no cae.
Señor, he visto Tu mano poderosa ayudarme en momentos malos y buenos, Tú eres quien fortalece mi vida, por eso no dejo de clamar a Ti con todo mi corazón, Tú eres quien me ciñe de poder y fuerza, Tú eres quien responde mi oración, sin Ti nada yo pudiera hacer, eres mi Dios y salvador.
Vengo a Ti con un espíritu de mansedumbre, con hambre de Ti, de mi boca salen oraciones hacia a Ti, hacia Tu trono, para que Tu gracia y Tu misericordia sobreabunden sobre mí. Te pido que Tu escudo y Tu armadura estén protegiéndome siempre, no importando donde yo me encuentre, viviré confiado porque eres Tú quien me sostiene.
Por esta razón Señor siempre me mantendré orando a Ti, mañana, tarde y noche, pidiéndote que yo pueda cumplir el siguiente versículo bíblico:
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Efesios 6:11
En Ti Señor buscaré siempre estar cubierto por Tu armadura, ceñido de los pies hasta la cabeza, pidiendo a Ti fortaleza, cada día estaré pidiendo que solo Tú seas mi escudo, porque mi oración llegará hasta Tu trono. Señor, gracias Te doy cada día, gracias Te doy, porque mi fortaleza viene de Ti, vendrá el enemigo como río, mas no me tocará porque Tu coraza y Tu gracia me cubrirán siempre.
Reflexión final
La vida cristiana no es un camino sencillo, y por eso la Palabra de Dios nos recuerda constantemente la necesidad de estar firmes en la fe. Pablo, al escribir a los efesios, utiliza la metáfora de la armadura para hacernos entender que como creyentes debemos vivir preparados, atentos y fortalecidos en el Señor. El enemigo no descansa, siempre buscará formas de debilitarnos, de sembrar duda, de traer desánimo; sin embargo, Dios nos equipa con cada pieza de Su armadura espiritual para resistir y vencer.
La coraza de justicia, el escudo de la fe, el yelmo de la salvación, la espada del Espíritu que es Su Palabra, y el calzado del evangelio de la paz, forman parte de esa cobertura divina que nos mantiene firmes. No se trata de armas físicas, sino espirituales, que nos recuerdan que la batalla no es contra carne ni sangre, sino contra huestes espirituales de maldad. Por eso, la oración constante es clave para activar y mantener esa armadura en nuestra vida.
Cuando oramos como lo hace el salmista o como se presenta en esta súplica, no estamos pronunciando palabras vacías, sino reconociendo nuestra total dependencia de Dios. Esa actitud de humildad y clamor sincero abre las puertas del cielo y atrae sobre nosotros la fortaleza divina. Cada día que nos vestimos de la armadura del Señor, estamos declarando que no luchamos solos, sino que Dios pelea nuestras batallas.
Tal vez enfrentas momentos de desánimo, pruebas familiares, cargas económicas o luchas internas. Recuerda que el mismo Dios que estuvo con David frente a Goliat, que fortaleció a Pablo en sus prisiones y que sostuvo a Job en medio de su dolor, es el mismo que hoy extiende Su mano para cubrirte. No estás solo. La armadura de Dios es suficiente para protegerte y darte la victoria.
Por eso, sigue orando mañana, tarde y noche, como expresas en esta oración. No dejes que el enemigo robe tu fe ni tu confianza. Al contrario, declara con firmeza que tu vida está cubierta por la gracia y la coraza del Señor. Mantente ceñido de la verdad, camina en justicia, y confía en que Dios cumplirá Sus promesas. La batalla puede ser dura, pero en Cristo ya tenemos asegurada la victoria. Amén.