Los escritos contenidos en el libro de los salmos son asombrosos, pues hacen muchos énfasis en las maravillas de nuestro Dios, y en que debemos alabarlo y honrarlo por Su grandeza.
Cuando leemos estos salmos escritos por David y otros escritores, vemos cómo se expresaban acerca del Señor, de Sus hazañas y de todas las cosas que podía hacer en los campos de batallas, así como en Su creación tan hermosa, todo para que nosotros podamos ser buenos administradores de cada una de ellas.
4 Cantad a Dios, cantad salmos a su nombre; Exaltad al que cabalga sobre los cielos. JAH es su nombre; alegraos delante de él.
5 Padre de huérfanos y defensor de viudas Es Dios en su santa morada.
Salmos 68:4-5
¿Por qué no dar alabanzas y cánticos a nuestro Dios, un Dios Santo, maravilloso y lleno de gracia?. Debemos ser agradecidos, hacer como nos dice este salmo, cantar al Señor con todo corazón, exaltar Su nombre sobre todo, porque Él es el Dios que cubre al huérfano y ayuda a la viuda.
No hay nadie que se compare a nuestro Dios poderoso, solo a Él debemos dar alabanzas, rendirnos delante de Él con cánticos de gratitud. Dios es nuestro Rey poderoso que nos ayuda cada día.
Honremos Su nombre en todas las cosas que hagamos para Su gloria, porque de Él vienen nuestras bendiciones y Su gracia siempre nos cubre día tras día, por los siglos de los siglos, Amén.
Los salmos no solo eran un cántico antiguo, sino que hoy en día siguen siendo una fuente de inspiración para la iglesia y para cada creyente. Cuando atravesamos dificultades, estos himnos nos recuerdan que no estamos solos, que tenemos un Padre que cuida de los huérfanos y de las viudas, y que Su misericordia se extiende a todo aquel que confía en Él. En medio de la angustia podemos alzar nuestra voz y decir como el salmista: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre”.
El ejemplo de David es claro: en cada victoria y en cada derrota, él reconocía que Dios era digno de toda alabanza. Incluso cuando huía de sus enemigos, encontraba en la alabanza un refugio seguro. Esto nos enseña que nuestras circunstancias no deben determinar si alabamos o no, porque la adoración nace de un corazón agradecido y obediente a Dios. Aun en la prueba, podemos cantar y confiar que el Señor pelea nuestras batallas.
Además, los salmos nos muestran el carácter de Dios. Vemos a un Dios justo que defiende al débil, un Dios misericordioso que levanta al caído, un Dios creador que con el poder de Su palabra hizo los cielos y la tierra. Esta revelación debería impulsarnos a rendir nuestra vida completa en adoración, no solo con palabras, sino también con hechos que glorifiquen Su nombre.
Hoy también podemos aplicar estas enseñanzas en nuestra vida diaria. Cuando ayudamos al necesitado, cuando consolamos al que sufre, cuando compartimos pan con el hambriento, estamos reflejando el corazón de Aquel que es Padre de huérfanos y defensor de viudas. La alabanza no se limita a la música, sino que se convierte en un estilo de vida que demuestra gratitud y amor hacia Dios y hacia el prójimo.
Por tanto, que cada día podamos levantar nuestra voz con cánticos nuevos, como dice el salmo 96: “Cantad a Jehová cántico nuevo; cantad a Jehová, toda la tierra”. Al hacerlo, no solo fortalecemos nuestra fe, sino que también damos testimonio a otros de que nuestro Dios es real, poderoso y digno de toda honra y gloria.
Querido lector, recuerda siempre que la alabanza abre puertas, derriba muros y nos acerca más a la presencia de Dios. No reserves tu adoración solo para los momentos de culto, sino que haz de cada día una oportunidad para rendir tu corazón delante del Señor. Alábalo en tu casa, en tu trabajo, en tus pensamientos, porque Él es digno. Tal vez enfrentes pruebas, pero aun allí recuerda que Dios habita en medio de las alabanzas de Su pueblo, y eso es motivo suficiente para no callar.
En conclusión, los salmos son un llamado constante a no olvidar las maravillas de nuestro Dios y a proclamar con alegría Su grandeza. Él sigue siendo el mismo Padre amoroso y defensor fiel que nunca abandona a los suyos. Que nuestra vida entera sea un salmo vivo, un cántico que honre y glorifique Su santo nombre, ahora y siempre.