Venid, aclamemos alegremente a Jehová

Demostremos todo lo que somos delante de nuestro Señor Dios todopoderoso, que demos alabanzas a nuestro Dios sin importar lo que se presente delante de nosotros, valoremos este privilegio que nuestro Dios nos ha dado para que podamos adorarle y pronunciar Su Santo y glorioso Nombre.

Él es nuestro Dios, no desaprovechemos este privilegio, solo demos gracias a Él y cantemos por permitirnos ser escogidos por Él.

Alabémosle donde quiera que nos encontremos, cantemos de Su gran bondad y de Su gran misericordia que es infinita. Oh por eso todos los reyes de la tierra aclamad a Aquel que es poderoso y que nunca ha perdido batalla. Este es cuyo nombre Jehová de los ejércitos, victorioso, majestuoso y grande. Nadie es como Él.

Con nuestra manera de vivir, podemos demostrar nuestras adoraciones. Nuestras acciones muestran qué somos delante de Dios. Así que, debemos actuar como hijos de Dios, reconociendo al Señor en todo y actuando correctamente delante de Él.

1 Venid, aclamemos alegremente a Jehová; Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.

2 Lleguemos ante su presencia con alabanza; Aclamémosle con cánticos.

3 Porque Jehová es Dios grande, Y Rey grande sobre todos los dioses.

Salmos 95:1-3

¿Podemos decir lo mismo que el autor de los versículos anteriores expresó? Podemos ver la adoración y el conocimiento que se le hace a Dios en este pasaje que acabamos de leer, donde nos dice que vengamos con júbilo y regocijo y alabemos el nombre de nuestro Dios poderoso.

Cantemos solo a Él, pero cánticos de gratitud delante de nuestro Dios poderoso. Dios es Dios grande y fuerte y nadie es como Él. Que cada día nuestras acciones puedan mostrar lo que somos en el Señor, y que nuestras alabanzas al Señor vengan de nuestros corazones.

La alabanza no es un simple canto repetitivo, es la expresión viva de un corazón que reconoce la grandeza de Dios. Cuando alabamos con sinceridad, nuestra vida entera se convierte en un testimonio de fe. La Biblia nos enseña que los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de Sus manos, lo que significa que toda la creación le rinde gloria (Salmos 19:1). Así también nosotros debemos unirnos a esa adoración universal, reconociendo que cada día es una nueva oportunidad para agradecer al Creador.

En medio de las dificultades, la alabanza se convierte en un arma poderosa. Recordemos a Pablo y Silas en la cárcel, quienes en lugar de quejarse comenzaron a cantar himnos al Señor, y las cadenas fueron rotas (Hechos 16:25-26). Esto nos enseña que cuando elevamos cánticos de adoración en medio de la prueba, Dios obra de maneras que no imaginamos. Él abre puertas, rompe ataduras y nos concede paz en medio de la tormenta.

Alabar no es solo cuestión de música, sino de estilo de vida. Es ser agradecidos en lo poco y en lo mucho, es mostrar amor al prójimo, es vivir con integridad y demostrar con acciones que Cristo reina en nuestro corazón. Cada palabra de alabanza debe estar respaldada por una vida que busca agradar al Señor en obediencia y santidad.

Por eso, debemos preguntarnos cada día: ¿mis acciones reflejan a Cristo? ¿Mi manera de hablar, de tratar a los demás, de enfrentar las adversidades muestra que soy un verdadero adorador de Dios? El verdadero cristiano entiende que su vida entera es un acto de adoración, y que cada obra hecha en el nombre del Señor es un sacrificio agradable a Dios.

Querido lector, te invito a no dejar pasar más tiempo sin levantar cánticos de gratitud a nuestro Dios. No esperes un momento perfecto, pues el momento de alabar es hoy. Donde estés, con lo que tengas, abre tus labios y honra al que vive por los siglos. Recuerda que la alabanza es la llave que abre puertas y que nos conecta con la presencia de Dios. Cuando el pueblo de Israel alzó cánticos de victoria, las murallas de Jericó cayeron (Josué 6:20), y cuando nosotros alabamos con fe, también vemos derribar obstáculos en nuestra vida.

Que nuestras alabanzas no se queden solo en palabras, sino que se conviertan en un estilo de vida que glorifique al Padre celestial. Adoremos con gratitud, con fe y con alegría, pues tenemos al Dios todopoderoso de nuestro lado, y si Él está con nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31). Alabemos siempre a Jehová, porque Él es grande, majestuoso y digno de toda honra.

Conclusión: La alabanza es un privilegio y una responsabilidad. Con ella reconocemos quién es nuestro Dios y manifestamos nuestra dependencia de Él. No la limitemos a un momento específico, sino que cada día, con nuestras palabras y acciones, exaltemos al Rey de reyes y Señor de señores. Vivamos como verdaderos adoradores, porque esa es la mejor manera de honrar a Aquel que nos dio la vida eterna.

Humillados delante de Dios, porque Su poder es inalcanzable
Alabemos a nuestro Dios, porque fuimos libertados por medio de Su crucifixión