Estemos gozosos días tras día, porque Dios es bueno y Su fidelidad es para siempre. Nuestro Dios es un Dios justo y cumple lo que promete. Demos alabanzas a Dios este hecho maravilloso, alabemos Su nombre sobre todo.
La vida cristiana debe estar marcada por el gozo y la gratitud. No se trata de un gozo pasajero, como lo que el mundo ofrece, sino de un gozo eterno que proviene de saber que servimos a un Dios fiel y verdadero. Cada mañana es una nueva oportunidad para agradecerle, para cantar alabanzas y recordar que Su fidelidad no tiene fin. Esto no significa que no atravesemos dificultades, pero aun en medio de ellas podemos tener paz porque Dios nunca abandona a los que le aman.
Vayamos delante de nuestro poderoso Dios regocijados en Él y con gratitud de corazón, expresando lo grande y maravilloso que Él es en nuestras vidas, tanto que Sus promesas son grandes, buenas y verdadera. Por esta razón a nadie más debemos adorar sino solo a Dios omnipotente y sublime que mora en las alturas de los cielos, el que ve todas las cosas, Su imperio permanece por todos los siglos.
El mundo nos ofrece muchas opciones de adoración falsa, desde riquezas hasta ideologías, pero el cristiano sabe que solo hay un Dios verdadero digno de honra. Él es eterno, santo y perfecto. Su poder sostiene el universo, y aun así se interesa en cada uno de nosotros. Cuando comprendemos esto, nuestra respuesta natural debe ser la adoración y la gratitud. No podemos quedarnos callados cuando hemos visto la bondad de Dios manifestada en nuestra vida.
Dios es nuestra única razón y esperanza, Él es quien nos sostiene día tras día, por eso debemos creer en Él todos los días, y cualquiera que sea la promesa que nos haya hecho, pues no desesperes, confía en Él, porque ese día llegará y verás que lo que Dios dice es real, Él no falla a Su fiel Palabra.
Muchos personajes de la Biblia fueron testigos de esta fidelidad. Abraham creyó en las promesas de Dios aunque humanamente parecían imposibles. José confió en medio de la traición de sus hermanos y la prisión injusta. Daniel se mantuvo fiel en tierra extranjera y vio la mano poderosa de Dios librándole. Estos ejemplos nos muestran que si confiamos, veremos cumplirse la palabra del Señor a su debido tiempo.
Seamos rectos en cuanto creamos en la voluntad divina de Dios, en Sus promesas, que sin importar por lo que estemos pasando, confiemos y estemos firmes en todas las cosas que nos rodean, que con alabanzas podamos exaltarle y honrar Su nombre porque Él es nuestro Dios.
Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones;
Deuteronomio 7:9
Este pasaje nos recuerda que la fidelidad de Dios no es algo temporal, sino eterno y abarcador. No se limita a una generación, sino que se extiende hasta mil generaciones. Esto nos da seguridad, porque aunque el mundo cambia constantemente, Dios no cambia. Sus promesas permanecen firmes y su misericordia se renueva cada día para los que permanecen en sus caminos.
No dejemos que los obstáculos nos impidan que demos alabanzas a nuestro Dios, por eso ante todo estemos firme como nos dice el verso anterior, que nuestro Dios es fiel, Él fue quien nos llamó, y nuestro Dios es quien nos seguirá ayudando. Alabado sea nuestro Dios para siempre.
Podemos resumir esta reflexión en algunos puntos importantes:
- Dios es fiel en todo tiempo: aun cuando no vemos el cumplimiento inmediato, Su promesa no falla.
- Su misericordia es para siempre: cada día se renueva y nos permite vivir bajo Su gracia.
- La adoración es nuestra respuesta: al reconocer Su grandeza, debemos alabarle en todo momento.
- Ejemplos bíblicos de fidelidad: Abraham, José y Daniel nos inspiran a confiar sin dudar.
- Confianza en medio de pruebas: no permitamos que los obstáculos apaguen nuestro gozo en el Señor.
En conclusión, vivir agradecidos y gozosos delante de Dios es un mandato y a la vez un privilegio. No hay razón más grande para sonreír cada día que recordar que servimos a un Dios que nunca falla. Él es fiel, cumple lo que promete y se mantiene inmutable a través de las generaciones. Por tanto, levantemos nuestras manos en alabanza, confiemos en Su palabra y vivamos seguros de que Su fidelidad es eterna. Alabado sea Su nombre por los siglos de los siglos. Amén.