Un solo cuerpo

La Biblia hace mucho énfasis en que debemos estar unidos como un solo cuerpo, tener la mente de Cristo y estar unánimes como lo estuvo la iglesia primitiva.

11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

12 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.

13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.

1 Corintios 12:11-13

La realidad es que nuestra meta no debe ser que seamos un solo cuerpo, sino que de por sí ya debemos ser un solo cuerpo en Cristo Jesús, reconocer y vivir esta gran realidad de la iglesia de Jesús.

Cuando entendemos esta verdad, aprendemos que no se trata de que cada persona busque sus propios intereses o destaque por encima de los demás. El verdadero llamado de Dios es a vivir en unidad, a caminar en humildad y a valorar el aporte de cada hermano en la fe. La iglesia primitiva nos dejó un ejemplo poderoso, ya que, a pesar de las persecuciones y las carencias, permanecieron firmes porque entendieron que la fuerza de la iglesia no estaba en la individualidad, sino en la comunión con Cristo y entre ellos mismos.

Y esto se entiende comprendiendo que hay un solo Dios y un solo bautismo y que de la misma manera existe un solo cuerpo, el cual tiene diferentes miembros que cumplen distintas funciones, sabiendo que no hay uno más importante que otro, sino que cada miembro hace lo que le corresponde.

Esta ilustración del cuerpo nos enseña a no menospreciar los dones que otros poseen ni a exaltarnos por encima de ellos. El ojo no puede decirle a la mano que no la necesita, ni la cabeza puede despreciar a los pies, porque cada parte es vital para el funcionamiento del todo. Así mismo ocurre en la iglesia: el predicador, el maestro, el que ora en silencio, el que ayuda con generosidad, todos son necesarios para que la obra de Dios avance con poder.

De la misma manera, nosotros como iglesia cumplimos cada uno un ministerio diferente, poseemos un don diferente, pero todos operamos según un mismo Espíritu y el don nos lo ha dado un mismo Dios.

Esto quiere decir que no debemos competir entre nosotros, sino complementarnos. Cada don y ministerio tiene un propósito específico que proviene de Dios, y cuando los ejercemos en amor y obediencia, se manifiesta la grandeza del Espíritu Santo en medio de la congregación. La diversidad de funciones no es motivo de división, sino una muestra de la multiforme gracia de Dios que edifica a Su pueblo.

Por lo cual hermanos, la marca de la iglesia del Señor es que esté unida como un solo cuerpo.

Conclusión: La unidad de la iglesia no es una opción, es una característica esencial del verdadero pueblo de Dios. Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu y llamados a vivir como un solo cuerpo en Cristo. Cuando reconocemos esta realidad y caminamos en ella, dejamos de lado la envidia, el orgullo y la división, para dar paso al amor, la cooperación y la fortaleza espiritual. Una iglesia unida glorifica a Dios y se convierte en un testimonio vivo de Su poder ante el mundo. Por eso, esforcémonos en mantener esa unidad, sabiendo que Cristo es la cabeza y nosotros somos Sus miembros, trabajando juntos para la gloria de Su nombre.

No detengamos la voluntad de Dios
En tierra seca y árida Dios deposita Su lluvia