Quien está fuera de la gracia de Dios, que no anda bajo sus estatutos, anda sin paradero con pensamientos vagos que lo inspiran a seguir en el camino que no agrada a Dios.
Pero ¿quién es este que conoce los pensamientos del hombre y que conoce su corazón? ¿Acaso no es Dios? Solo Él conoce todos los pensamientos del hombre y como dice la Biblia, Él escudriña los pensamientos del hombre.
Es bueno que cada día podamos rendirnos delante de Dios, que podamos reconocer nuestros errores delante de Él. Recordemos no debemos esconder nada porque si pensamos que le estamos engañando, estamos equivocados. Dios mira todas las cosas.
Dios es misericordioso y bueno con todos nosotros, Él sabe hacer justicia con sus hijos.
En el libro de proverbios nos encontramos con el proverbista hablando del camino del hombre y de sus pensamientos, que solo piensan en caminar en su propia opinión.
El corazón del hombre piensa su camino;
Mas Jehová endereza sus pasos.Proverbios 16:9
El hombre siempre ha querido manejar sus propios pensamientos, andar como quiere, caminar en su propia opinión, pensando en que todo lo que él diga es así, en que será muy grande en su futuro, sobre todo olvidarse de Dios, pero al final es Dios que sabe cómo es que deben ser las cosas y es Él quien guiará el camino del hombre.
Muchas veces creemos que tenemos el control total de nuestras vidas, pero la realidad es que dependemos del Señor en todo momento. Podemos planear, soñar y proyectar grandes cosas, pero sin la dirección de Dios esos planes quedan incompletos. La Palabra nos enseña que el hombre propone, pero es Dios quien dispone, y eso nos recuerda que debemos confiar siempre en Su perfecta voluntad.
Cuando rendimos nuestro corazón al Señor, nuestros pensamientos dejan de ser confusos y sin rumbo, porque el Espíritu Santo trae claridad y paz. No es lo mismo caminar en la carne, siguiendo deseos egoístas, que andar en el Espíritu, dejándonos guiar por la Palabra de Dios. La diferencia es evidente: en uno hay frustración y vacío, en el otro hay dirección y plenitud.
Por eso, más allá de nuestras limitaciones humanas, debemos aprender a depender totalmente de Dios. Él no solo conoce lo que hay en nuestro corazón, sino que también sabe lo que realmente necesitamos para nuestro bien. Confiar en Su guía es caminar con la certeza de que, aunque el camino parezca incierto, nuestros pasos están seguros porque son dirigidos por Aquel que nunca falla.
Conclusión
El corazón del hombre planea su rumbo, pero el verdadero éxito está en dejar que Dios enderece sus pasos. No se trata de vivir confiados en nuestra propia opinión, sino de reconocer que el Señor es quien tiene la última palabra. Cuando aprendemos a someternos a Su voluntad, nuestros pensamientos encuentran paz y nuestro camino se vuelve firme. Así, cada día podemos descansar en la seguridad de que Dios es nuestro guía fiel y que Sus planes siempre son mejores que los nuestros.