Justificados por la fe

Si algo tenemos muy claro es que somos terribles pecadores. La mente del ser humano está corrompida desde el Edén, y necesitábamos a alguien que pudiera devolvernos esa cercanía a Dios que perdimos, pero no un cualquiera podía ayudarnos, sino que se requirió del mismo Dios para justificar nuestros pecados y darnos salvación.

La Biblia declara:

1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;

2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

Romanos 5:1-3

¿Qué quiere decir que somos justificados? Que Cristo tuvo que morir en la cruz para cancelar nuestra deuda, para darnos el paso hacia Dios que nosotros no podíamos ni podemos alcanzar a través de las obras, lo que quiere decir que, por la fe, no por la obras, hemos vuelto a Dios y tenemos comunión con Él.

¿Quieres saber cuál es nuestra gloria? Nuestra gloria es esa fe en que Cristo murió por pecadores terribles como nosotros, nos justificó delante del Padre, nos dio salvación y libertad y nos podemos gozar plenamente en eso.

Nosotros éramos culpables, dignos del castigo eterno, pero Jesús murió y resucitó para perdón de nuestros pecados.

La justificación como regalo divino

El apóstol Pablo explica que la justificación es un acto de gracia, no un mérito humano. Ningún esfuerzo, sacrificio o ritual puede limpiar el pecado que heredamos. Solo la sangre de Cristo, derramada en el Calvario, pudo abrir el camino hacia la reconciliación con Dios. Esto nos recuerda que la salvación es un regalo inmerecido que se recibe únicamente por fe.

La paz que sobrepasa todo entendimiento

El versículo de Romanos 5 nos habla de una consecuencia maravillosa de la justificación: la paz con Dios. Esa paz no depende de las circunstancias, ni de si todo marcha bien en nuestra vida. Se trata de una paz espiritual, profunda y eterna, que nos asegura que ya no hay enemistad entre el Creador y nosotros, porque Cristo quitó la barrera del pecado. Cuando comprendemos esto, nuestro corazón descansa y nuestra alma encuentra reposo verdadero.

Una esperanza firme en medio de las pruebas

Además, la justificación nos abre la puerta a una esperanza gloriosa. No es una ilusión pasajera ni un optimismo vacío, sino la certeza de que un día veremos la gloria de Dios cara a cara. Incluso en medio de las dificultades de la vida, los que creemos en Cristo podemos levantar la mirada y recordar que nuestras aflicciones son temporales, mientras que la gloria venidera será eterna.

Vivir en gratitud por la justificación

Ser justificados por la fe no solo debe ser una doctrina que entendemos, sino una verdad que transforma nuestra manera de vivir. Esto nos invita a la gratitud constante, al reconocimiento de que cada día es un regalo de Dios. La justificación también nos motiva a vivir en santidad, no para ganarnos el favor divino, sino como respuesta de amor hacia Aquel que ya nos salvó.

Conclusión

En resumen, aunque éramos pecadores condenados, la obra de Cristo en la cruz nos justificó y nos devolvió la comunión con Dios. Tenemos paz, esperanza y salvación, no por lo que hicimos, sino por lo que Cristo hizo en nuestro lugar. Esa es nuestra gloria: haber sido alcanzados por la gracia de Dios, ser declarados justos en medio de nuestra indignidad y tener la seguridad de una vida eterna junto al Señor.

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