Jehová es mi fortaleza y mi escudo en los momentos difíciles

Dios debe ocupar el primer lugar en nuestros corazones, no en un segundo plano ni como una opción entre tantas, sino como el centro absoluto de nuestra vida. Él es digno de nuestra total confianza, porque nunca falla, jamás incumple lo que ha prometido ni deja que su Palabra caiga por tierra. Si realmente creemos que Él es fiel, entonces debemos aprender a depender de su voluntad en cada aspecto de nuestra existencia. No hay seguridad más firme que la que se encuentra en la presencia de nuestro Creador.

Nuestra fortaleza viene de Dios, incluso en los momentos donde nos sentimos más agotados y sin esperanza. Cuando las fuerzas humanas se acaban, es el Espíritu Santo quien desciende y nos fortalece, renovando nuestra fe, dándonos paz y sosteniéndonos en medio de las tormentas. Esa fortaleza no proviene de ejercicios humanos, de filosofías vacías ni de motivaciones pasajeras, sino de la gracia infinita de Aquel que nos amó desde antes de la fundación del mundo. Creer en Dios significa recordar constantemente que Él nunca abandona a sus hijos, que siempre está pendiente de cada detalle de nuestra vida y que su amor nos sostiene día tras día.

Las dificultades, las pruebas, las adversidades e incluso los tiempos más oscuros no tienen el poder de apartarnos de su gloriosa presencia. Cuando estamos firmes en Él, ni las tribulaciones, ni la pobreza, ni la enfermedad, ni la incomprensión, ni la persecución pueden hacernos dudar de que su voluntad es perfecta. Dios tiene el control absoluto de todas las cosas, y aunque muchas veces no entendamos sus caminos, podemos descansar en la certeza de que nada se escapa de sus manos.

Jehová es mi fortaleza y mi escudo;
En él confió mi corazón, y fui ayudado,
Por lo que se gozó mi corazón,
Y con mi cántico le alabaré.

Salmos 28:7

Qué maravilloso es ver cómo el salmista se expresa en este pasaje. Sus palabras no son meras frases religiosas, sino una confesión profunda de confianza. David había experimentado persecución, soledad y peligro, pero en todo momento reconocía que su seguridad no estaba en sus habilidades militares, ni en sus riquezas, ni siquiera en sus amigos más cercanos, sino en el Señor. Por eso pudo decir con convicción: «Jehová es mi fortaleza y mi escudo».

Esta misma declaración debe estar en nuestros labios y en nuestro corazón. Porque, ¿qué sucede cuando sentimos que no podemos seguir? Dios viene y cambia todas las cosas. Él nos ayuda a levantarnos, renueva nuestras fuerzas y transforma la tristeza en gozo. Cuando nos sentimos vulnerables, recordemos que nuestro escudo es el Señor, aquel que absorbe los ataques del enemigo y nos protege bajo la sombra de sus alas.

Nuestros corazones deben aprender a descansar plenamente en las promesas del Señor. Él ha dicho que nunca nos dejará ni nos desamparará. Él es nuestro pastor, el que nos guía en delicados pastos y nos acompaña incluso en los valles más oscuros. Allí, donde la luz humana no alcanza, la luz de Dios ilumina nuestro camino. Donde todo parece incierto, Él se revela como nuestro sostén seguro.

Por ello, es nuestro deber responder con gratitud y adoración. Debemos elevar cánticos de alabanza al Altísimo, reconociendo que solo Él merece la gloria, la honra y el poder. No hay nadie como Él, nadie que pueda compararse con su fidelidad, su misericordia y su bondad eterna. Alabemos su nombre con todo nuestro ser, porque en cada respiración y en cada latido de nuestro corazón está la prueba de su cuidado.

El salmista no se limitaba a agradecer con palabras; él cantaba con gozo, porque sabía que el Señor había intervenido en su vida. Así también nosotros debemos hacer: no solo decir que confiamos, sino vivir como quienes realmente creen que Dios es su fortaleza. Eso significa caminar sin temor, enfrentar la vida con fe y proclamar que Jesucristo es nuestro refugio seguro.

Amado lector, recuerda hoy que el Señor es tu fortaleza y tu escudo. Él guarda tu entrada y tu salida, tus pensamientos y tus pasos. Si pones tu confianza en Él, serás ayudado, tu corazón se llenará de gozo y tendrás un nuevo cántico en tus labios. Cree solo en el Señor, porque cuando confiamos en su poder, siempre seremos vencedores.

Respóndeme pronto, oh Jehová, porque desmaya mi espíritu
Subió a un árbol para ver al que traía su salvación