Dios siempre ha querido que la humanidad se acerque hacia Él, y justamente esa acción es la que nos debería hacer reflexionar en lo mucho que Dios nos ama. A pesar de nuestra condición pecadora, de nuestras faltas y debilidades, Dios no se ha alejado, sino que ha dado el primer paso en amor y misericordia para buscarnos. Ese amor incomparable es el motivo principal por el cual debemos acercarnos a Él cada día. La vida cristiana no comienza con nuestro esfuerzo por encontrar a Dios, sino con la realidad gloriosa de que Dios ya nos buscó en Cristo Jesús.
El apóstol Pedro dijo:
4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
1 Pedro 2: 4-5
Lo primero que Pedro nos enseña es que debemos acercarnos a Jesús, la Piedra viva. No se trata de una religión vacía, de rituales o de una membresía en una congregación; se trata de una relación real y cercana con Cristo. Dios fue el primero en acercarse a nosotros, y si somos verdaderos cristianos, entonces debemos responder a ese llamado acercándonos solo a Él. Muchas personas asisten a una iglesia, cumplen con ciertos deberes religiosos, pero aún así están lejos de Cristo. La exhortación bíblica es clara: “Acercándoos a Él”.
Jesús es esa piedra que los edificadores desecharon, es decir, que fue rechazado por los hombres. En su tiempo, los líderes religiosos prefirieron la tradición, el poder y la aprobación del mundo antes que reconocer al verdadero Mesías. Sin embargo, lo que los hombres despreciaron, Dios lo escogió y lo estableció como fundamento. Para el Padre, Jesús es escogido y precioso, digno de toda honra y gloria. Y es sobre esta Piedra viva que se edifica la Iglesia.
Si Jesús es una Piedra viva, entonces nosotros también hemos sido llamados a ser piedras vivas. Esto significa que, en Cristo, somos parte de una edificación espiritual que crece cada día. No somos piedras muertas ni sin propósito, sino piedras con vida, con un llamado, con un lugar en la construcción del Reino de Dios. Cada creyente es parte de esta gran obra divina, siendo edificados como una casa espiritual en la cual habita el Espíritu Santo.
Además, Pedro nos recuerda que somos un “sacerdocio santo”. Ya no necesitamos de sacerdotes terrenales que hagan sacrificios por nosotros, porque Cristo fue el sacrificio perfecto y suficiente. Ahora, cada creyente tiene el privilegio y la responsabilidad de acercarse directamente a Dios, de ofrecer sacrificios espirituales que sean agradables al Señor. ¿Cuáles son esos sacrificios? Una vida de obediencia, alabanza sincera, oración constante, servicio al prójimo, y sobre todo, un corazón rendido delante de Dios.
Hermanos, si realmente hemos sido llamados a ser piedras vivas, entonces debemos reflejar la vida de Cristo en nuestro caminar diario. El mundo necesita ver en nosotros la luz de Jesús, necesita reconocer que seguimos a un Salvador vivo y no a una religión vacía. Nuestra misión es mostrar quién es Jesús con nuestras palabras, actitudes y acciones, siendo testimonio de que Él sigue transformando vidas.
Conclusión: Acercarnos a Dios no es una opción, es una necesidad vital. Él ya nos buscó en amor, ahora nos toca a nosotros dar pasos firmes hacia Él. Recordemos que somos piedras vivas en la construcción de Su Reino, llamados a ser una casa espiritual y un sacerdocio santo. Que nuestra vida sea un sacrificio vivo, agradable a Dios, y que cada día reflejemos al mundo la gloria de Cristo, la Piedra preciosa escogida por Dios. No hay mayor privilegio que pertenecer a esta edificación divina, y no hay mayor llamado que acercarnos a Él con todo nuestro corazón.