Sin duda alguna Dios juzgará al impío, y eso es lo que quiere proyectarle a Habacuc, que la nación de Babilonia, corrupta en extremo, no dejaría de ser juzgada. Aquí veremos los últimos versos de nuestro capítulo dos, tres versículos para ser correctos, y finalizan de una manera adecuada, ya que plantea el orden de que sólo hay un Dios verdadero y que aquellos que adoran otros dioses sufrirán las consecuencias.
18 ¿De qué sirve la escultura que esculpió el que la hizo? ¿la estatua de fundición que enseña mentira, para que haciendo imágenes mudas confíe el hacedor en su obra?
19 ¡Ay del que dice al palo: Despiértate; y a la piedra muda: Levántate! ¿Podrá él enseñar? He aquí está cubierto de oro y plata, y no hay espíritu dentro de él.
20 Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra.
Habacuc 2:18-20
A través de toda la Biblia encontraremos múltiples versículos que condenan la idolatría y versículos que nos dicen que sólo debemos adorar al Dios de los cielos, pues, sólo hay un Dios, y sólo a Él debemos dar toda la gloria y el honor.
La idolatría es algo con lo que el hombre ha tenido serios problemas desde un principio, y esto aún si se trata de ver el favor de Dios, pues, recordemos a Israel, fue un pueblo que vio la mano de Dios una y otra vez, pero eso no quitó el hecho de que muchas veces adoraban otros dioses en algunos momentos.
Cuando Dios dio los diez mandamientos u ordenanzas, dejó bien en claro que no debían adorar otros dioses:
3 No tendrás dioses ajenos delante de mí.
4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
Éxodo 20:3-6
Dios ha demostrado su poderío a través de cada historia que se encuentra plasmada en la Biblia, y hoy día nosotros también continuamos viendo esa obra poderosa de Dios en cada uno de nuestros corazones y si nosotros le adoramos es porque Él es el merecedor de toda la gloria y honor, no ningún objeto o imagen tallada, ¡solo Dios!
Entonces, hay un «Ay» para aquellos que adoran imágenes, objetos o cualquier cosa que no sea Dios:
¡Ay del que dice al palo: Despiértate; y a la piedra muda: Levántate! ¿Podrá él enseñar? He aquí está cubierto de oro y plata, y no hay espíritu dentro de él.
Sigue de cerca esta sección del libro de Habacuc, ya que le daremos seguimiento a sus tres capítulos, profundizando sobre sus profecías y al final esperar que estas palabras de una manera u otra también puedan hacer eco en nuestras vidas.