Estados Unidos se acerca más a Dios Por Covid-19

Uno de los grandes efectos que debe producir el coronavirus sin duda alguna, es el acercarnos más a Dios, porque ahora, fuera del trabajo para muchos, dispersos de la sociedad, tenemos más tiempo con nuestra familia y mucho más tiempo para Dios. No hay excusas de decir que no hay tiempo para orar o leer la Biblia. Además, esta situación también nos obliga a aferrarnos más a Dios y confiar plenamente en Su mano salvadora.

Según algunos reportes los moradores de Estados Unidos ahora oran más, ya que depositan su confianza en Dios para que acabe con esta pandemia. El estudio afirma que más de la mitad de la población se ha acercado a Dios orando para estos fines.

Estas encuestas también afirman que 36 de cada 100 personas que no profesan ninguna religión se acercaron a Dios para que termine con este virus. También los católicos y judíos afirman que oran a Dios todos los días para que el virus concluya.

No podemos saber si estas encuestas son cien por ciento ciertas, pero sí sabemos que el virus acercará más a las personas a Dios, ¿por qué? Primero porque la gente cuando tiene miedo quiere refugiarse en algo o alguien superior a ellos, y segundo porque sé que Dios quiere llamar nuestra atención a través de este virus.

Recordemos lo que dice la Biblia:

Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.

2 Crónicas 7:14

Y este es un momento justamente para eso, para humillarnos ante Dios.

La pandemia del coronavirus nos ha mostrado cuán frágiles somos como seres humanos. Un virus invisible paralizó economías, cerró escuelas, limitó reuniones y transformó la vida cotidiana de millones de personas. Sin embargo, en medio de esa fragilidad, también se nos abre una gran oportunidad espiritual: volvernos al Creador. Dios siempre ha usado tiempos de dificultad para despertar en el ser humano un anhelo de búsqueda, un deseo de refugio en lo eterno.

Muchas familias han descubierto el valor de reunirse para leer la Palabra y orar juntos. Antes, las agendas llenas de compromisos dejaban poco espacio para cultivar la fe en el hogar, pero ahora muchos padres dedican tiempo a enseñar a sus hijos sobre Dios. Esto nos recuerda la instrucción bíblica de hablar de Sus mandamientos en la casa, al acostarnos y al levantarnos (Deuteronomio 6:6-7). De esta manera, lo que parecía una desgracia se convierte en una ocasión para fortalecer los vínculos familiares y espirituales.

Por otro lado, esta crisis también pone de manifiesto la necesidad de reconocer nuestra dependencia de Dios. La ciencia ha avanzado mucho y la medicina ha salvado incontables vidas, pero incluso los más grandes expertos reconocen sus límites frente a una pandemia mundial. Aquí es donde el creyente recuerda que su confianza última no está en el hombre, sino en el Señor, quien tiene poder para sanar y salvar.

El pasaje de 2 Crónicas 7:14 no pierde vigencia. Dios invita a Su pueblo a humillarse, orar y buscar Su rostro. Este llamado no es exclusivo para tiempos antiguos, sino que se aplica hoy con toda su fuerza. La sanidad de nuestra tierra no depende únicamente de programas humanos, sino de una verdadera transformación espiritual. La clave está en el arrepentimiento sincero y en volvernos de todo corazón a Dios.

Además, el coronavirus nos enseña a valorar lo que antes dábamos por sentado: la salud, la vida, el poder congregarnos, los abrazos de familiares y amigos. Muchas veces solo apreciamos lo que tenemos cuando lo perdemos. Este despertar de gratitud debe llevarnos a reconocer que cada día de vida es un regalo del Señor, y que la mejor manera de honrar ese regalo es vivir en obediencia a Su Palabra.

Finalmente, podemos decir que, aunque esta pandemia ha traído dolor, también ha abierto la puerta a una renovación espiritual. Es tiempo de dejar de lado la indiferencia, el orgullo y la autosuficiencia, para reconocer que necesitamos a Dios. Él está dispuesto a perdonar, sanar y restaurar, si nos acercamos a Él con un corazón sincero. Aprovechemos este tiempo no solo para esperar el final de un virus, sino para experimentar un verdadero renacer en nuestra relación con el Señor.

Conclusión: El coronavirus ha dejado una huella imborrable en la humanidad, pero también una lección profunda: nuestra esperanza no debe estar en lo pasajero, sino en Dios. Oremos más, busquemos más de Él, y hagamos de nuestra vida una expresión de fe genuina. Si respondemos a Su llamado, veremos Su gracia derramarse sobre nosotros y nuestra tierra.

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