Debemos entender que solamente hay uno conoce todo sobre nosotros, dónde nos escondemos, qué estamos haciendo, qué haremos luego, y ese es Dios, creador de todas las cosas.
Al estudiar el pasaje que les traeremos en este artículo, entenderemos que en realidad no podemos burlar a Dios, porque Él conoce todas las cosas.
Debemos tener cuidado con todo lo que hacemos, pues Dios tiene conocimiento de todo. Veamos qué nos dicen las Sagradas Escrituras en esta ocasión:
7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
9 No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.
10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.
Gálatas 6:7-10
Hay gente que piensan hacer todo lo que ellos quieran porque creen que Dios no los está mirando, pero estos hacedores de maldad están equivocados porque Dios mira todo lo que se mueve en la tierra y ve el pecado del hombre y de la humanidad completa. Por eso la Biblia dice que Dios no puede ser burlado.
Los versos que vimos anteriormente nos enseñan que aquel que siembra para el mal, cosechará del mal, pero el que siembra del espíritu, segará para vida eterna.
Así, que hagamos todas las cosas bien delante de Dios, para el bien de los demás y para el bien de nuestro familiares.
La siembra y la cosecha espiritual
El apóstol Pablo nos recuerda con gran claridad una de las leyes espirituales más importantes: la siembra y la cosecha. Esta verdad no es solamente aplicable en lo material, sino que también se refleja en lo espiritual. Todo lo que hacemos tiene una consecuencia. Si sembramos desobediencia, pecado y egoísmo, inevitablemente cosecharemos dolor, sufrimiento y vacío. Por el contrario, cuando sembramos obediencia, fe, amor y servicio, nuestra cosecha será paz, bendición y vida eterna.
Es importante destacar que Dios no actúa de manera injusta. Él permite que el hombre viva los resultados de sus propias decisiones. Esta es una invitación a reflexionar profundamente en cada una de nuestras acciones, ya que nada escapa al conocimiento de Dios.
Dios no puede ser burlado
Muchos intentan ocultar sus pecados bajo apariencias de rectitud, pero tarde o temprano la verdad sale a la luz. No existe lugar donde podamos escondernos del ojo vigilante de nuestro Creador. El salmista decía: “¿A dónde huiré de tu presencia?”. En realidad, no podemos escapar de Aquel que lo sabe todo, lo ve todo y lo entiende todo.
Pensar que podemos engañar a Dios es una ilusión peligrosa. Podemos engañar a los hombres, pero jamás al Señor. Él conoce nuestras intenciones más íntimas, incluso aquellas que nadie más conoce. Por eso, vivir en integridad delante de Dios es la mejor decisión que podemos tomar.
No desmayemos en hacer el bien
El pasaje de Gálatas también nos anima a perseverar en las buenas obras. Muchas veces podemos sentir cansancio, frustración o desánimo al ver que el fruto de nuestro esfuerzo no aparece de inmediato. Sin embargo, la promesa de Dios es que “a su tiempo segaremos, si no desmayamos”. Esto significa que la recompensa llegará en el momento preciso, de acuerdo a la voluntad divina.
Hacer el bien no solo impacta positivamente nuestra vida, sino también la vida de los que nos rodean. Una palabra de aliento, un gesto de bondad o una ayuda desinteresada puede marcar la diferencia en la vida de alguien. Estas acciones no pasan desapercibidas ante los ojos de Dios.
Aplicación para nuestra vida diaria
Cada día tenemos la oportunidad de decidir si sembramos en la carne o en el Espíritu. Sembrar en la carne es vivir conforme a los deseos egoístas, al pecado y a lo que aparta de Dios. En cambio, sembrar en el Espíritu es vivir buscando la voluntad de Dios, guiados por la oración, la lectura de la Palabra y el servicio a los demás.
Al comprender esto, nuestra vida cobra un nuevo sentido. Ya no vivimos para complacernos a nosotros mismos, sino para agradar a Dios y edificar a los demás. La siembra espiritual tiene un impacto eterno, y es allí donde debemos poner nuestros mayores esfuerzos.
Conclusión
El mensaje de Gálatas 6:7-10 nos recuerda que la vida cristiana es un camino de siembra y cosecha. Dios no puede ser burlado, y tarde o temprano, cada acción traerá su fruto. Por eso, debemos elegir siempre sembrar en el Espíritu, perseverar en hacer el bien y confiar en que, en el tiempo de Dios, veremos la recompensa.
Vivamos cada día con la certeza de que Dios lo ve todo, lo sabe todo y desea lo mejor para nosotros. Sembrar con amor, fe y obediencia nos asegurará una cosecha de bendición, no solo para nuestra vida, sino también para todos los que nos rodean.