La vida cristiana está llena de momentos en los que debemos aprender a confiar plenamente en las promesas de Dios. No siempre resulta sencillo esperar, porque la naturaleza humana tiende a desesperarse cuando no ve resultados inmediatos, sin embargo, la Biblia nos recuerda una y otra vez que el Señor es fiel en todo lo que promete. Su fidelidad no cambia y su palabra permanece firme por los siglos. Por eso, cada creyente debe descansar en el hecho de que lo que Dios ha dicho, Él lo cumplirá a su debido tiempo.
A veces Dios nos promete algo y debemos esperarlo porque Dios mantiene su palabra y es firme en todo lo que dice, por eso debemos creer fielmente en Dios.
Él no echa su palabra al suelo, si nos vamos a los antiguo o nuevo testamento allí nos encontraremos con aquellos hombre a los cuales Dios les había prometido y a la vez recibieron porque ellos creyeron en esa fiel promesa del Señor.
Muchos en este caso Dios no les había prometido, pero estos supieron ser fieles y cumplir con sus estatutos y fueron bendecidos por el Rey de reyes y Señor de señores. Así, que, confiemos en el Señor aunque Él no nos haya prometido nada.
Debemos tener algo muy en cuenta y es que Dios lo que nos da, lo da bueno, y en esta bendición no encontraremos error alguno. Dios no nos da lo malo, todo lo hace conforme a su voluntad divina, y es por eso que debemos tener confianza plena en Él.
No temas, porque yo estoy contigo;
no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo;
siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.Isaías 41:10
En el versículo que acabamos de ver encontramos que Dios le hace una promesa al pueblo de Israel diciéndole que estaría con ellos. Recordemos que nuestras promesas no sólo dependen de bendiciones materiales, pues también la espirituales tienen la mayor importancia en nuestras vidas. De Dios recibiremos sabiduría, fortaleza, conocimiento de su palabra para poder seguir avanzando en el camino, y esta es la promesa fiel que Dios hace al pueblo.
Así, que, creamos en el Señor con todo nuestro corazón, que aunque no hayamos recibido, demos gracias ante todo, porque Dios sabe el momento y la hora de nuestras bendiciones.
Cuando miramos la historia bíblica, encontramos ejemplos poderosos de hombres y mujeres que supieron esperar en las promesas divinas. Abraham, por ejemplo, creyó en la promesa de que sería padre de multitudes aunque su realidad era contraria a ello. José esperó pacientemente en Egipto hasta ver cumplido el propósito de Dios en su vida. Estos testimonios nos animan a no desmayar, aun cuando la respuesta tarde, porque Dios siempre cumple lo que promete.
También debemos recordar que muchas veces nuestras oraciones se enfocan en lo material, pero la mayor riqueza que podemos recibir está en lo espiritual. La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, la fortaleza en medio de la prueba, la sabiduría para tomar decisiones correctas y la guía del Espíritu Santo, son bendiciones que superan cualquier tesoro terrenal. Confiar en las promesas de Dios es reconocer que su voluntad es perfecta y que sus tiempos son mejores que los nuestros.
Por eso, la actitud del creyente debe ser siempre de gratitud. Aunque no veamos de inmediato lo que anhelamos, debemos aprender a decir: “Señor, gracias porque tu plan es perfecto y yo confío en ti”. Este agradecimiento sincero fortalece la fe, nos libra de la ansiedad y nos ayuda a caminar con paciencia hasta ver cumplida la promesa.
En conclusión, Dios es fiel y verdadero en cada una de sus palabras. Él no miente ni se retracta, lo que promete lo cumple, y lo que entrega es siempre bueno. Por eso, nuestra confianza debe estar firmemente arraigada en Él, sin dudar de su poder ni de su bondad. Sigamos creyendo, sigamos esperando, porque en el momento exacto veremos la mano de Dios obrar con poder en nuestras vidas.