Cuando hablamos de la vida cristiana, hablamos de un cambio real y profundo que solo Dios puede producir en el corazón del ser humano. Este cambio no es superficial ni se limita a palabras, sino que es una transformación completa que nos hace nuevas criaturas en Cristo Jesús. El llamado del evangelio es claro: si hemos conocido al Señor, debemos vivir de manera distinta, apartándonos de todo aquello que no agrada a Dios y dando testimonio de que somos verdaderamente sus hijos.
Para ser nuevas criaturas en el Señor, debemos hacer las cosas bien delante de Él. No se trata únicamente de asistir a la iglesia o de pronunciar palabras piadosas, sino de vivir de acuerdo con su voluntad en todas las áreas de nuestra vida. Esto implica apartarnos de toda obra de maldad, de todo lo que contamina nuestro espíritu y de toda práctica que contradiga la santidad de Dios. El verdadero hijo de Dios no vive para sí mismo, sino para honrar a su Padre celestial.
El cambio en nuestras vidas viene de Dios, es obra de su Espíritu Santo que nos limpia, nos regenera y nos renueva. Sin embargo, también se requiere obediencia de nuestra parte. Quien viene a los pies de Cristo debe estar dispuesto a despojarse de todo lo que lo ata al mundo engañoso. El enemigo siempre buscará poner obstáculos, tentaciones y cadenas para mantenernos cautivos, pero el poder de Cristo rompe esas ataduras y nos da la libertad necesaria para caminar en santidad.
La vida nueva en Cristo Jesús es radical. Cuando decimos que somos «nuevas criaturas», hablamos de un antes y un después. Lo viejo, lo que nos mantenía alejados de Dios, debe quedar atrás, y debemos abrazar lo nuevo, lo que viene del cielo. Ya no podemos vivir como antes, guiados por pasiones y deseos egoístas, sino que debemos vivir conforme a lo que dicta la Santa Palabra de Dios.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
2 Corintios 5:17
En este pasaje, el apóstol Pablo habla con claridad a los corintios, recordándoles que ser cristiano significa un cambio profundo. La verdadera conversión no es solo un cambio de religión, sino un cambio de vida. Es una transformación que comienza en el corazón y se refleja en nuestra manera de hablar, de actuar y de relacionarnos con los demás.
Ahora bien, ¿qué debemos hacer en realidad para convertirnos en nuevas criaturas? No basta con dejar las cosas viejas; también debemos asumir con firmeza el llamado de Dios, abrazar su propósito y caminar en obediencia. Ser una nueva criatura significa soportar las pruebas, resistir las tentaciones y perseverar en el camino que nos lleva a su presencia. Significa dejar atrás la vieja naturaleza y vestirnos de Cristo, viviendo de manera digna del evangelio.
Este llamado no está exento de dificultades. El mundo constantemente nos atacará, el enemigo pondrá pensamientos en nuestra mente para desviarnos, y hasta nuestra carne intentará arrastrarnos de vuelta al pasado. Sin embargo, si permanecemos firmes en Cristo, nada nos podrá separar de su amor. Ser nuevas criaturas implica estar preparados en el Señor, sumergidos en su Palabra, para que cuando lleguen vientos contrarios, no seamos derribados sino fortalecidos.
Debemos entonces someternos a Dios con todo el corazón, renunciando al pecado y a las viejas cadenas, y abrazando la nueva vida que nos ofrece en Cristo. Esto significa caminar con fe, sin mirar atrás, confiando en que el Señor nos dará la fuerza necesaria para perseverar hasta el final. La vida nueva en Cristo no es una vida de derrota, sino de victoria; no es una vida de condenación, sino de gracia y esperanza.
Conclusión: Ser nuevas criaturas en Cristo es un regalo y un llamado. Es un regalo porque no lo merecemos, pero Dios lo otorga por su gracia. Y es un llamado porque nos invita a vivir conforme a esa nueva identidad. Si eres hijo de Dios, vive como tal. Deja atrás lo viejo, abraza lo nuevo y demuestra con tu vida que Cristo te ha transformado. Recuerda que el que comenzó la buena obra en ti será fiel en completarla hasta el día de Jesucristo. Vive cada día como una nueva criatura, llena de fe, de esperanza y de obediencia a tu Señor.