El pueblo de Israel siempre era cuidado por el Señor, donde quiera que este pueblo pisaba era con el respaldo de Dios que estaba con ellos.
La historia del pueblo de Israel es una muestra evidente de la fidelidad de Dios con aquellos que deciden seguirle. Cada paso que daban no era fortuito, sino que llevaba el sello de la presencia divina. Esto nos recuerda que la vida de los creyentes no depende de la suerte ni de la casualidad, sino de la dirección y protección de un Dios que nunca falla. El testimonio del Antiguo Testamento confirma que Dios estuvo presente en cada etapa de su caminar, incluso en medio de las pruebas y las guerras que tuvieron que enfrentar.
En este caso la Biblia dice que ya Moisés tenía una edad de 120 años y es por eso que él designa a Josué para seguir la misión y el propósito de Dios.
En el capítulo 31 del libro de Deuteronomio dice que Moisés habló estas palabras para todo Israel.
Recordemos que el Señor le dice a Moisés que él no podía pasar del Jordán, sino que Josué, al cual Dios había preparado junto a Moisés, sería la persona que guiaría al pueblo a la tierra prometida. Todas las naciones que estaban en contra de Dios y del pueblo serían entregadas en las manos de Josué.
Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis,
ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo;
no te dejará, ni te desamparará.Deuteronomio 31:6
Esta es la promesa que Dios le hace a Josué ya que él era el que iba a dirigir el pueblo de Israel, aquel que junto al pueblo pelearía en las batallas para poder tomar posesiones de aquellas tierras.
Dios le dice a Josué cobre ánimo, se esfuerce y que no tema, pues el mismo Dios estaba con él.
Dios es Aquel que va con nosotros, no tengamos miedo de nada, Él no nos desampara, no nos deja pelear solos, Dios siempre irá a nuestro frente, y esto fue lo que pasó con Josué, porque él confió en el Señor.
El legado de Moisés y la elección de Josué
El momento en que Moisés entrega el liderazgo a Josué es sumamente simbólico. Moisés, con su experiencia y sabiduría, había guiado al pueblo durante años por el desierto, pero sabía que la misión no dependía de él, sino de Dios. El liderazgo de Josué demuestra que cuando una persona se dispone a obedecer al Señor, Él le capacita para enfrentar cualquier reto. No era la fuerza militar lo que le daría la victoria, sino la presencia y el respaldo divino.
Josué había sido testigo de los milagros de Dios en el desierto, y su fe fue fortalecida al ver la provisión del maná, la nube de día y la columna de fuego en la noche. Ahora le tocaba aplicar esa confianza en un nuevo escenario: conquistar las tierras prometidas. Esto nos enseña que la preparación de Dios para nuestras vidas no ocurre de la noche a la mañana, sino a lo largo de procesos donde aprendemos a depender completamente de Él.
La promesa de la presencia de Dios
El versículo citado de Deuteronomio 31:6 no es solo un mensaje para Josué y para Israel, también es una palabra viva que nos alcanza hoy. Muchas veces nos sentimos incapaces frente a las batallas de la vida, pero la promesa de Dios sigue vigente: Él no nos dejará ni nos desamparará. Al igual que Josué, estamos llamados a cobrar ánimo y a confiar que la victoria no depende de nosotros, sino de aquel que pelea por su pueblo.
Cuando enfrentamos dificultades, la reacción natural es temer. Sin embargo, la instrucción de Dios es clara: esforzarnos y cobrar ánimo. Esto significa dar pasos de fe, aunque nuestras fuerzas parezcan limitadas. La confianza en Dios produce valor, y el valor nos impulsa a seguir adelante a pesar de los obstáculos.
Aplicación para nuestra vida actual
La experiencia de Josué nos recuerda que la vida cristiana no es un camino exento de luchas, pero sí es un camino lleno de victorias cuando confiamos en Dios. Cada batalla, cada desafío, es una oportunidad para ver la mano de Dios actuar. Así como Josué recibió la promesa de no estar solo, nosotros también podemos descansar en la misma verdad: el Señor está con nosotros en todo momento.
En tiempos de incertidumbre, cuando el futuro parece incierto, recordar estas palabras es vital: «No temas ni desmayes». Esto no significa que las pruebas desaparecerán, sino que Dios caminará con nosotros en medio de ellas. El verdadero valor no proviene de nosotros mismos, sino de la presencia del Dios todopoderoso.
Conclusión
El pueblo de Israel experimentó la fidelidad de Dios bajo el liderazgo de Josué, y nosotros también podemos experimentar esa misma fidelidad hoy. El mensaje de Deuteronomio 31:6 es un recordatorio poderoso de que Dios no abandona a los suyos. En cada reto personal, familiar o espiritual que enfrentemos, podemos confiar en que el Señor pelea por nosotros y que jamás nos dejará solos. Así como Israel alcanzó la tierra prometida confiando en Dios, nosotros también alcanzaremos las promesas de Dios si permanecemos firmes en la fe.