Vivimos en un mundo donde la información está al alcance de un clic, sin embargo, muchos siguen escogiendo el camino de la ignorancia espiritual. No se trata de falta de libros o de recursos, sino de la disposición del corazón para buscar la verdad que viene de Dios. El Evangelio nos abre las puertas para conocer lo que antes estuvo oculto, y nos invita a despojarnos de ese velo que impide ver la luz de Cristo. De esta manera, el creyente puede caminar en claridad, entendiendo el propósito divino y aplicando la Palabra en su vida diaria.
La ignorancia es un velo, es un manto sobre cada cabeza de cada persona que ha decidido seguir sumergido en ella y no nadar en aguas más profundas. A Dios le agradó que aquellas cosas que los antiguos no pudieron conocer, a nosotros se nos sean reveladas a través del Evangelio de nuestro amado Señor Jesucristo.
La Biblia es la revelación de Dios para nosotros, todos tenemos libre acceso a ella, y podemos pedir que su Espíritu nos permita entenderla. Pero a veces preferimos seguir con el velo, y solo nos volvemos ese tipo de personas que cree ciegamente en lo que otro dice, sin examinar o poner a prueba a través de las Escrituras si lo que dicen es cierto.
Cuando una persona decide vivir bajo la ignorancia espiritual, se limita a repetir lo que otros le dicen sin tener un criterio propio fundado en la Palabra. Esto es peligroso porque nos convierte en dependientes de la opinión ajena y nos aleja de la verdad eterna que solo proviene de Dios. De ahí la importancia de que cada creyente tenga una relación personal con la Biblia, no como un libro cualquiera, sino como la voz de Dios hablando directamente a su corazón.
Hubo un tiempo que la iglesia vivió en oscuridad, con un velo, porque ellos ni siquiera podían leer la Biblia en su idioma, pero Dios levantó hombres que nadaron en aguas más profundas para que esta verdad pueda llegar a todos.
Ese tiempo de oscuridad espiritual nos recuerda que la ignorancia puede esclavizar a pueblos enteros. La Reforma Protestante fue un claro ejemplo de cómo Dios levantó hombres valientes como Lutero, Calvino y muchos otros, que se atrevieron a romper ese velo y devolver la Biblia al pueblo. Gracias a esos esfuerzos hoy podemos leer las Escrituras en nuestro idioma, entenderlas y comprobar por nosotros mismos la verdad del Evangelio.
Hoy día tenemos muchos engañados en los púlpitos, pues, la misma Biblia nos dice que así iba a suceder para este tiempo, de manera que no debe ser una sorpresa para nosotros todo este drama.
No obstante, la existencia de falsos maestros no debe desanimarnos, sino impulsarnos a ser más cuidadosos en nuestra búsqueda. La Biblia nos advierte que vendrán lobos disfrazados de ovejas, y que la mentira intentará imitar la verdad. Por eso, el creyente debe estar preparado, revestido de la armadura espiritual, y sobre todo con un conocimiento profundo de la Palabra que le permita discernir lo verdadero de lo falso.
Sin embargo, debemos romper con ese pensamiento flojo de no querer escudriñar la Biblia. Jesús dijo:
Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;
Juan 5:39
Lo único que nos puede hacer libres del velo de la ignorancia es que escudriñemos la Biblia, orando a Dios que nos permita entenderla.
Escudriñar implica un esfuerzo, significa estudiar, meditar, comparar textos, buscar el contexto histórico y espiritual de cada pasaje. No es simplemente leer por leer, sino adentrarnos en las profundidades de la Palabra. Cuando hacemos esto con un corazón sincero, Dios nos da sabiduría y discernimiento para aplicar esas enseñanzas en nuestro diario vivir. Es en ese proceso que el velo comienza a caer y la luz de Cristo ilumina nuestro entendimiento.
En conclusión, la ignorancia espiritual no se vence con títulos académicos ni con conocimientos humanos, sino con una vida entregada al estudio constante de la Biblia y a la dirección del Espíritu Santo. Dios no quiere que vivamos en oscuridad, sino que andemos en su luz admirable. Cada cristiano tiene la responsabilidad de tomar la Biblia, leerla, meditarla y dejar que ella transforme su manera de pensar y de actuar. Solo así seremos verdaderamente libres del velo de la ignorancia y viviremos en la plenitud del Evangelio de Jesucristo.