Salgamos a Jesús como Zaqueo

La Biblia posee muchas historias que nos pueden entusiasmar, aumentar nuestra fe y hacernos saber cuál es realmente nuestro legado. Cuando vemos esas historias del Nuevo Testamento como el centurión, el hombre de la mano seca, etc, realmente reflexionamos mucho. Hoy hablaremos un poco de Zaqueo, de cómo este hombre salió a Jesús a cualquier costo.

La historia de Zaqueo es muy conocida, posiblemente hasta por personas no cristianas. Casi todo el mundo sabe que este fue de baja estatura, también sabemos que fue cobrador de impuestos, por lo cual era muy rico.

Jesús había llegado a Jericó y había una gran multitud alrededor de Él, y esto hacía que Zaqueo que era de baja estatura no le pudiese ver, y aquí sucede parte de lo impresionante de esta historia:

Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
Lucas 19:4

Zaqueo buscó hasta lo imposible por ver a Jesús, pero lo más impresionante no es esto, sino que Zaqueo nunca se imaginó que Jesús también estaba pensando en él:

Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
Lucas 19:5

Jesús siempre está buscando, siempre está llamando, aún Él siendo el ser más importante de todo el universo, aún así Él decide buscarnos, decide amarnos, y créeme, Zaqueo no merecía que Jesús pusiera su mirada en él, de la misma manera que usted y yo tampoco lo merecemos, pero así es nuestro Dios, Él nos ama aunque seamos pecadores.

Y una gran muestra de que Dios había hecho una obra poderosa en el corazón de Zaqueo es cuando esta historia finaliza de la siguiente manera:

8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.

9 Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.

10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Lucas 19:8-10

Oh, que Jesús entre y more con nosotros de la misma manera que con Zaqueo y que podamos ver su obra perfeccionada en nuestros corazones, de tal manera que le deseemos a Él.

Cuando analizamos con detenimiento la vida de Zaqueo, entendemos que no se trataba simplemente de un hombre curioso que quería ver a Jesús, sino de alguien que, en medio de sus errores y su vida de excesos, sentía un vacío profundo que solo Cristo podía llenar. Él tenía dinero, posición social y comodidades, pero ninguna de estas cosas le había dado la paz que tanto necesitaba. Es en ese contexto que su deseo por ver al Maestro se convierte en un acto de fe, aunque pareciera insignificante.

La multitud representaba un obstáculo para Zaqueo, de la misma manera que muchas veces en nuestra vida las circunstancias parecen impedirnos acercarnos al Señor. Sin embargo, este hombre no se quedó de brazos cruzados; buscó una alternativa, se adelantó y subió a un árbol. Esa determinación es una lección para nosotros: cuando realmente deseamos encontrarnos con Dios, ninguna barrera debe ser lo suficientemente grande como para detenernos.

Lo sorprendente de esta narración es que Jesús no solamente pasó por aquel camino, sino que se detuvo justo debajo del árbol donde estaba Zaqueo. La mirada del Salvador se posó sobre él, y con palabras llenas de amor le dijo que deseaba entrar en su casa. Esto nos recuerda que Dios conoce cada uno de nuestros pasos y que no es casualidad cuando Su presencia toca nuestra vida en momentos específicos. Él sabe dónde estamos, nos llama por nuestro nombre y nos invita a una relación personal con Él.

El encuentro produjo un cambio radical en Zaqueo. Pasó de ser un hombre ambicioso y despreciado por muchos a convertirse en un ejemplo de restitución y generosidad. Su declaración de devolver lo mal adquirido multiplicado por cuatro demuestra un corazón transformado. La verdadera conversión no es solo palabras o emociones, sino acciones concretas que reflejan un cambio interno. Ese es el poder del evangelio: transformar al pecador en un hijo de Dios.

Al final de esta historia, Jesús pronuncia una verdad que sigue vigente hasta nuestros días: “El Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido”. Todos nosotros, en algún momento, hemos sido como Zaqueo: perdidos, necesitados, hambrientos de amor y esperanza. Pero así como Cristo lo llamó y lo restauró, también hoy nos invita a abrirle la puerta de nuestro corazón.

En conclusión, la historia de Zaqueo no es solo un relato histórico, sino una enseñanza viva de lo que significa la gracia y el amor incondicional de Dios. Él nos busca sin importar nuestras fallas, nos llama con ternura y nos transforma con poder. Que este relato nos inspire a buscar a Cristo con la misma determinación de Zaqueo y a permitir que Su presencia nos convierta en instrumentos de bendición para los demás.

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