Andemos por fe, no por vista

La fe es una parte esencial del cristianismo. No podemos decir que somos cristianos y, al mismo tiempo, carecer de fe. La fe no es un accesorio opcional en la vida espiritual, sino el fundamento mismo de nuestra relación con Dios. El apóstol Pablo afirma con claridad que sin fe es imposible agradar a Dios, lo que significa que todo lo que hacemos en nuestra vida cristiana debe estar impregnado de confianza en Él. La fe es vital porque no podemos ver físicamente a Aquel a quien servimos, pero creemos en su Palabra, en sus promesas y en sus poderosas obras. Esa certeza invisible es lo que nos sostiene día tras día.

El apóstol Pablo escribió a los corintios recordándoles esta verdad fundamental:

6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor,

7 (porque por fe andamos, no por vista);

2 Corintios 5:6-7

Pablo les enseñaba que la vida del creyente no se basa en lo que ve, sino en lo que cree. Vivimos confiados siempre porque sabemos que, aunque estemos ausentes físicamente del Señor, nuestra esperanza está en la promesa de que un día estaremos en su presencia. Esa confianza nos sostiene en medio de las luchas. Es cierto que en algunos momentos de nuestra vida cristiana podemos experimentar dudas o sentir debilidad en la fe. Sin embargo, es precisamente en esos momentos cuando nuestra fe es probada y purificada como el oro en el fuego. Dios permite pruebas para fortalecer nuestro carácter y recordarnos que nuestra confianza solo debe estar en Él.

A lo largo de la Biblia encontramos innumerables ejemplos de hombres y mujeres que se mantuvieron firmes por la fe. Abraham creyó a Dios cuando se le prometió descendencia siendo ya anciano. Moisés confió en el poder del Señor para liberar a Israel de Egipto. Daniel se mantuvo fiel aun cuando fue lanzado al foso de los leones. Todos ellos demostraron que la fe no depende de las circunstancias, sino del conocimiento profundo de quién es Dios. Estos hombres y mujeres no se doblaron ante la adversidad porque sabían en quién habían creído y confiaban en que Él era poderoso para sostenerlos hasta el fin.

Debemos conocer a Dios en su esencia, estudiando su Palabra y experimentando su fidelidad en cada área de nuestra vida. Una fe superficial se derrumba con facilidad, pero una fe cimentada en Cristo resiste cualquier prueba. No andamos por vista, sino por fe. Esto significa que no nos guiamos solamente por lo que nuestros ojos pueden ver en este mundo físico. Vemos más allá de la realidad visible, porque la fe nos permite contemplar lo eterno, lo que Dios ha prometido para su pueblo. Mientras otros solo ven problemas, el creyente ve oportunidades para confiar en Dios y experimentar su poder.

La fe nos permite mirar hacia adelante con esperanza. Sabemos que existe una ciudad celestial, una patria eterna preparada para nosotros por Cristo mismo. Allí no habrá llanto ni dolor, ni enfermedad ni necesidad. Nuestra mirada de fe trasciende lo terrenal y se enfoca en lo eterno. Esa esperanza nos impulsa a perseverar, a no desmayar y a mantenernos firmes aun cuando todo parezca derrumbarse a nuestro alrededor.

Amados hermanos, esta vida cristiana es una buena batalla, como la describe el apóstol Pablo. No es un camino fácil, pero sí es el mejor camino. La fe es el arma con la que enfrentamos las tentaciones, las pruebas y los ataques del enemigo. Por eso, te animamos a seguir peleando la buena batalla de la fe, a no retroceder ni rendirte. Recuerda que no estás solo en esta lucha, porque Dios está de tu lado como poderoso gigante. Él es tu defensor, tu escudo y tu fortaleza en medio de cualquier adversidad.

La fe no solo nos permite creer en lo que Dios puede hacer, sino también descansar en lo que ya ha hecho por nosotros en la cruz de Cristo. Jesús pagó el precio de nuestra salvación, y en Él tenemos vida eterna. Esa es la base de nuestra confianza y la razón por la cual podemos vivir cada día con esperanza. Así como Pablo, nosotros también podemos decir: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”. Que estas palabras resuenen en nuestros corazones y nos impulsen a vivir con fidelidad y perseverancia hasta que estemos cara a cara con nuestro Salvador.

En conclusión, la fe es indispensable para todo creyente. No se trata de un sentimiento pasajero, sino de una convicción firme que nos guía en cada paso de la vida cristiana. Vivir por fe significa confiar en Dios aun cuando no entendemos lo que está sucediendo. Significa mirar más allá de lo visible y abrazar lo eterno. Por eso, hermano en Cristo, aférrate a la fe, permite que tu confianza en Dios crezca cada día y nunca olvides que Él está contigo como poderoso gigante, guardándote firme hasta el fin.

Acudamos a Dios
Cómo tener paz en medio de la adversidad