Alégrate porque confías en Dios

Cada mañana es una nueva oportunidad para acercarnos a Dios y agradecerle por el don de la vida. Qué bueno es cada día levantarnos con la frente en alto, dando gloria al Señor, diciendo de su gloria y majestad que Él es el Rey, el creador de todas las cosas, porque por Él vivimos, y si estamos de pie es porque su misericordia camina con nosotros todos los días. Levantarnos con una actitud de gratitud nos recuerda que no dependemos de nuestras propias fuerzas, sino de la gracia que Dios derrama constantemente sobre nuestras vidas.

Es bueno que siempre estemos confiados en Dios, porque solo en Él estamos más que seguros. Cuando creemos y confiamos en Él, estamos diciendo con nuestra vida y con nuestros actos que solo Él es digno de ser alabado. La confianza en el Señor es más que una simple declaración de fe, es una forma de vida que nos lleva a descansar en su presencia, reconociendo que en medio de las dificultades Él nunca nos deja solos. Por eso, día a día debemos recordar que nuestro corazón encuentra verdadera paz únicamente en la confianza depositada en nuestro Padre celestial.

Pero alégrense todos los que en ti confían;
Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes;
En ti se regocijen los que aman tu nombre.

Salmos 5:11

Todos debemos estar alegres delante del Señor, por sus proezas y por todo lo que nos ha dado. En el versículo que acabamos de leer, vemos al salmista instando a todo aquel que confía en Dios a alegrarse en Él. La verdadera alegría del cristiano no proviene de las circunstancias externas, sino de saber que Dios es nuestro refugio y nuestra fortaleza. Aunque atravesemos pruebas, el gozo del Señor es nuestra fuerza y su presencia es suficiente para sostenernos en cualquier momento de la vida.

Dios defendía mucho al pueblo de Israel, tanto así que le ayudaba a vencer en las batallas y salían victoriosos. No perdían una batalla porque Dios estaba con ellos, y es por eso que David hace mención a lo de alegrarse en el Señor todos los que en Él confían. Esta misma defensa divina también se aplica a nosotros hoy en día, pues el Señor pelea por sus hijos. Él abre puertas que nadie puede cerrar, da paz en medio de la tormenta y asegura la victoria de los que le siguen fielmente.

Si no confiamos en el Señor ¿en quién más podremos confiar? No hay otro en el cual podamos descansar plenamente, porque solo Dios conoce todas las cosas y tiene el control absoluto del universo. El hombre puede fallar, las circunstancias cambian y el mundo ofrece soluciones pasajeras, pero el amor de Dios es eterno y su fidelidad no tiene fin. Por eso, la invitación es clara: pongamos nuestra fe en Aquel que nunca falla y que siempre cumple sus promesas.

Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo;
Como con un escudo lo rodearás de tu favor.

Salmos 5:12

Sigamos creyendo en que el Señor es nuestro escudo y fortaleza, su misericordia estará cada día con nosotros. Él favorecerá al justo y le protegerá donde quiera que esté. La bendición de Dios no es solamente material, sino también espiritual: nos guarda del mal, nos da sabiduría para tomar decisiones y nos fortalece para enfrentar las luchas cotidianas. El favor del Señor es como un escudo que rodea a sus hijos, una cobertura divina que nos impulsa a caminar sin temor.

Así como David expresaba su gratitud y confianza en los Salmos, nosotros también podemos levantar cánticos de adoración cada día. No importa si enfrentamos problemas o tiempos de escasez, siempre habrá motivos para adorar, porque la fidelidad de Dios es más grande que cualquier dificultad. Cuando decidimos alabar, nuestra fe se fortalece y nuestro espíritu encuentra descanso en la presencia del Señor.

En conclusión, levantarnos cada mañana con gratitud, confiar en Dios y reconocerlo como nuestro escudo nos asegura vivir en paz y con propósito. Que cada día podamos recordar que el gozo del Señor es nuestra fortaleza, que sus promesas son firmes y que su favor nos acompaña siempre. Sigamos cantando Salmos, sigamos glorificando su nombre y vivamos confiados en la fidelidad de Aquel que nunca nos abandona.

Dios oirá tu voz y redimirá tu alma
¿Para qué necesitas a Jesús?