Existen muchas respuestas para la pregunta de nuestro encabezado, pero la más frecuente es decir: Yo necesito a Jesús porque lo amo. Sería grandioso que todos necesitemos a Jesús porque en Él descubrimos que somos totalmente miserables, pero lo cierto es que las personas buscan a Jesús por distintas causas y el buscarlo por amor queda en última instancia.
Recordemos que cuando Jesús estaba en el mundo, muchas personas lo seguían por los milagros que este producía, otros por la repartición de peces y panes, otros para debatir temas de ley de Moisés y así encontrar una forma de hacerle tropezar para luego acusarle, también estaban sus 12 discípulos y algunas mujeres piadosas que lo buscaban más allá de todo lo que Él podía hacer.
¿A qué grupo de personas pertenecemos? ¿Solo necesitamos a Jesús para resolver nuestros problemas, cuando estamos enfermos, cuando estamos en escasez? ¿Solo necesitamos las palabras de Jesús para debatir algún tema teológico y luego presumir que somos dotados de toda ciencia? ¿Para qué necesitamos a Jesús?
El apóstol Pedro hizo la declaración más profunda en los 4 evangelios y esto dio lugar cuando Jesús le preguntó a sus discípulos que si también se querían marchar y Pedro contestó:
Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Juan 6: 68-69
A ver, Pedro no dijo: “¿A quién iremos si solo tú puedes resolver nuestros problemas? ¿A quién iremos si solo tú nos puedes sanar? ¿A quién iremos si solo tú nos puedes dar panes y peces? ¡No! Pedro sí podía ver con gran claridad el significado de seguir a Jesús, el cual va más allá de las cosas físicas que podamos obtener de Él.
En Jesús comprendemos cuán miserables somos, en Él comprendemos cuánto necesitamos de Dios y nos basta su Palabra, preciosa Palabra que nos da vida y nos libera de nuestras cadenas.
Jesús es más que un sanador, Jesús es nuestro Salvador y en Él podemos vivir confiados plenamente.
Cuando comprendemos esta verdad, nuestra relación con Cristo cambia. Ya no lo buscamos solo por lo que pueda darnos, sino porque reconocemos que sin Él no hay propósito verdadero. La vida en Cristo nos enseña que todo lo terrenal es pasajero y que lo eterno solo se encuentra en su presencia. De ahí la importancia de valorar su Palabra como el alimento que sustenta el alma y da fuerza en medio de la debilidad.
Muchas veces nuestra necesidad de Jesús surge en los momentos más difíciles: en la enfermedad, en la soledad, en la pérdida o en la escasez. Y aunque esas situaciones nos acercan a Dios, debemos dar un paso más profundo: reconocer que lo necesitamos cada día, en los tiempos buenos y en los malos. No podemos reducir nuestra fe a una fe de emergencia, sino que debe convertirse en una dependencia constante del Salvador.
El amor verdadero hacia Cristo nos lleva a seguirlo aunque no haya milagros visibles, aunque no haya abundancia material, aunque las pruebas no desaparezcan de inmediato. Amar a Jesús significa entender que Él es la fuente de la vida eterna, y que en su sacrificio encontramos redención y perdón. Por eso, buscarle debe ser una decisión diaria, un acto de fe y entrega que nace del corazón.
También debemos recordar que Jesús mismo nos enseñó a buscar primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura. Esto nos confirma que si le buscamos con un corazón sincero, Él se encarga de suplir nuestras necesidades, pero sin que lo material sea el centro de nuestra relación. Lo central es su presencia, su amor y su gracia inmerecida.
Hoy más que nunca necesitamos afirmar nuestra fe como Pedro, declarando que no hay otro lugar a dónde ir, porque solo en Jesús encontramos palabras de vida eterna. Ninguna ideología, filosofía ni riqueza puede llenar el vacío del corazón humano como lo hace Cristo. Nuestra mayor necesidad no es la salud física ni la abundancia, sino la salvación y la paz que solo Él puede otorgar.
Conclusión: Necesitar a Jesús no debe estar limitado a las circunstancias difíciles o a los beneficios que podamos obtener. Necesitamos a Jesús porque Él es el Hijo del Dios viviente, porque en su palabra hallamos vida eterna y porque sin Él estamos perdidos. Sigámosle con amor y fe genuina, no por lo que pueda darnos, sino por lo que Él es: nuestro Señor y Salvador.