Con nosotros hasta el fin

Cristo no sólo nos ha llamado sino que nos ha encomendado algo y a la vez nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin. Las palabras más importantes en nuestras vidas deben ser las de Cristo, debemos buscar cada promesa que Él nos ha hecho en las Escrituras y abrazarlas, creer en ellas con todo nuestro corazón, puesto que Dios no es como los hombres, cuando Él promete cumple.

Hoy vamos a hablar específicamente sobre una promesa que Cristo hizo a sus discípulos y que también nos hace a nosotros: «Él prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin». No debemos dudar nunca de eso amados hermanos.

19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;

20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Mateo 28:19-20

En este momento Cristo ya había resucitado y ahora da un discurso a sus discípulos de lo que tenían que hacer luego de su partida, y la gran encomienda era hacer discípulos a todas las naciones y sin duda alguna luego de la partida de nuestro Señor ellos cumplieron con tal compromiso y hoy en día nosotros seguimos cumpliendo con la misma encomienda y damos gloria y honra a Dios porque nos permite tal privilegio tan extraordinario.

Cristo también les estaba diciendo que ya Él iba a partir para su trono, pero que aún así estaría con ellos todos los días, hasta el fin del mundo. Amados hermanos, no dudemos ni por un segundo que Cristo está con nosotros y que nos ama como nadie nunca nos ha amado. Confiemos firmemente en sus promesas y sin importar cuan duro sea el momento simplemente creamos en Él.

Cuando meditamos en esta promesa entendemos que no importa cuán grandes sean nuestras luchas o las pruebas que enfrentamos en la vida, siempre tenemos la compañía de nuestro Salvador. Él no nos deja en soledad, no nos abandona a nuestra suerte, sino que camina a nuestro lado en cada paso que damos. Esto nos da una seguridad plena y una confianza inquebrantable. En un mundo tan incierto y cambiante, la fidelidad de Cristo es un ancla firme para nuestra fe.

El mandato de hacer discípulos no fue solamente para aquellos once que lo escuchaban en aquel momento, sino que se extiende a todos los que hemos creído en Él. Cada uno de nosotros tiene el privilegio y la responsabilidad de compartir el evangelio en nuestro entorno, ya sea con palabras, con acciones, o con el testimonio de una vida transformada. Cristo no nos ha dejado solos en esta misión; Él nos acompaña, nos fortalece y nos capacita con su Espíritu Santo para cumplir con esta gran obra.

También debemos recordar que la promesa de Cristo no tiene fecha de caducidad. Él dijo: «todos los días, hasta el fin del mundo». Eso incluye los días buenos y los días malos, los tiempos de abundancia y los tiempos de escasez, los momentos de alegría y los de tristeza. Incluso en las noches más oscuras de nuestra alma, podemos descansar en la certeza de que Jesús está presente, guiándonos y sosteniéndonos con su amor eterno.

A lo largo de la historia, millones de creyentes han experimentado esta verdad. En medio de persecuciones, cárceles, enfermedades y pérdidas, la presencia de Cristo ha sido su consuelo y su fuerza. Del mismo modo, en nuestras vidas cotidianas, Él nos acompaña en el trabajo, en el hogar, en la familia, en la iglesia, y en todo lugar donde vayamos. No hay espacio donde su presencia no pueda alcanzarnos.

Por eso, la invitación para cada uno de nosotros es a vivir confiados en esta promesa. No temamos al futuro, no nos dejemos llevar por la angustia ni la incertidumbre. Cristo está con nosotros, y esa verdad basta para caminar con gozo, esperanza y fe. Abracemos esta promesa y hagamos de ella una realidad en nuestra vida diaria.

Conclusión: Las palabras de Jesús en Mateo 28:19-20 no sólo son una misión, sino una garantía de compañía eterna. Él nos llama a ir, a enseñar, a predicar y a discipular, pero al mismo tiempo nos asegura que no lo haremos solos. Nuestro Maestro permanece a nuestro lado hasta el final de los tiempos. Confiemos en Él, vivamos en esa certeza y llevemos a otros el mensaje de esperanza que transforma y da vida eterna.

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